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Actualizado: 7 de julio de 2025


Todo París se ocupaba hacía algún tiempo de la intimidad de Pierrepont con la joven baronesa de Grèbe, y en cuanto al barón, enteramente domado, fascinado e hipnotizado por su mujer, había concluído por formar parte de la numerosísima cohorte de maridos de que rebosa el mundo y de los cuales no sabe uno si compadecer la ceguera o admirar la complacencia.

»Este cuerpo gentil rebosa vida, y cada árbol allá cobija un muerto: a todo goce esta mujer convida, a toda soledad aquel desierto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Por recomendación de Schopenhauer, hemos venido a inscribir nosotros en la lista de los más notables filósofos a Baltasar Gracián, alguna de cuyas obras Schopenhauer ha traducido y ensalzado. El Criticón, v. gr., es para Schopenhauer un prodigio, y en todos los tratados de Gracián rebosa la filosofía. El Sr.

Pues oye también el último ¡ay! del moribundo, que va a la eternidad, mientras que el doctor corre a embromar a otro con su disfraz de sabio... Ven a ese otro barrio. ¿Qué es eso? Un duelo. ¿Ves esas caras tan compungidas? . Míralas con este anteojo. ¡Cielos! La alegría rebosa dentro, y cuenta los días que el decoro le podrá impedir salir al exterior.

Su cuidado maternal, recelando una desgracia, Ayela con más ferviente dolor reza, ansiosa aguarda á que entre el silencio suenen las presurosas pisadas de Ataide, cruzando el huerto, y miéntras reza y se espanta, de sus ojos su desdicha rebosa en ardientes lágrimas.

Es hermoso ver eso, y parece que está uno en las entrañas de la tierra, allá donde está el fuego como el mar, que rebosa a veces y quiere salir, que es cuando hay terremotos, y cuando echan humo y agua caliente y cenizas y lava los volcanes, como si se estuviera quemando por adentro el mundo. Eso parece el taller de platería cuando están derritiendo el metal.

Contempladle; su frente altiva parece amenazar al cielo; su mirada imperiosa exige sumision y acatamiento; en sus labios asoma el desden hácia cuanto le rodea; en toda su fisonomía veréis que rebosa la complacencia en propio; la afectacion de sus gestos y modales os presenta un hombre lleno de mismo, que procede con excesiva compostura, como si temiese derramarse.

Y mucho menos si yo les digo: «reparen ustedes que el hombre de mi ejemplo no tiene obligaciones que cumplir allí, ni debe una peseta al padre, ni está enamorado de la hija, ni Cristo que lo fundó; que no es más que un tertuliano de la casa y un amigo que pasea a menudo con los señores de ella, no desde el principio de los tiempos, sino de dos meses acá; que si no ha concurrido a las dos últimas tertulias del anochecer, es porque a esas mismas horas ha tenido ocupaciones de importancia en la botica de su padre, que le da el pan de cada día; que ese hombre jamás ha conocido el mal humor, ni tomado en serio cosa alguna de tejas abajo y de puertas afuera; que rebosa de vida y de salud, y que nada teme, ni nada debe, ni nada envidia... Por último, ese hombre existe en carne y hueso; y soy yo, Leto Pérez, el hijo del boticario de Villavieja, y boticario también.» Y entonces los sabios me contestarían, por poco sabios que fueran: «pues Leto Pérez, el hijo del boticario de Villavieja, no tiene sentido común.» Y no le tengo, ¡carape! no le tengo, y a eso iba; pues le tuviera, no me sucedería lo que me sucede; porque a un hombre de sentido común no puede sucederle eso más que en un caso, y yo niego ese caso; y no solamente le niego, sino que la suposición de él me parece el más enorme de los absurdos, y además una irreverencia... ¡qué digo irreverencia? un sacrilegio.

La que á más me interesa, repuso Roger jovialmente, es que con el arenque venga también una rebanada de pan. ¿Lo ves, gandul? preguntó Colás al otro estudiante. ¿No te he dicho cien veces que el ingenio y la gracia en el decir me rodean como un aura sutil y que nadie se me acerca sin dar á poco muestras evidentes de la agudeza que en rebosa?

Si huyó de ofender a nadie, son pálidos sus escritos, no hay chiste en ellos ni originalidad; si observó bien, si hizo resaltar los colores, y si logra sacar a los labios de su lector tal cual picante sonrisa, «es un payaso», exclaman, como si el toque del escribir consistiera en escribir serio; si le ofenden los vicios, si rebosa en sus renglones la indignación contra los necios, si los malos escritores le merecen tal cual varapalo, «es un hombre feroz, a nadie perdona. ¡Jesús, qué entrañas! ¡Habrá pícaro que no quiere que escribamos disparates!» ¿Dibujó un carácter, y tomó para ello toques de este y de aquel, formando su bello ideal de las calidades de todos? ¡Qué picarillo, gritan, cómo ha puesto a don Fulano! ¿Pintó un avaro como hay ciento?

Palabra del Dia

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