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Actualizado: 22 de julio de 2025
Cuando estuvo en el extremo del malecón, se echó de bruces sobre el pretil y contempló con sombría fijeza las olas que llegaban. Estaba en el mismo sitio donde, hacía algunos años, había tenido plática con su tío para darle cuenta de que abandonaba a Cecilia y contraía matrimonio con Ventura.
Aunque el salto no era peligroso, todavía helaba de temor el ver lo profundo del abismo, las negras bocas que se abrían en las paredes cavernosas del tajo y el haber de andar cuatro o seis pasos por el pretil no ancho del puente y arco dividido.
Ella estaba junto a los cristales, me veía, me saludaba y cerraba las maderas del balcón de su cuarto. Yo necesitaba estar solo para saborear mi felicidad, y en vez de ir al casino o a mi casa, me marchaba al Rompeolas, me sentaba en el pretil con las piernas para afuera y miraba el mar a la luz de la luna o a la luz de las estrellas, retorciéndose en torbellinos furiosos.
Encontrose en una como plazoleta, limitada en el lado de Poniente por un vulgar edificio, al Sur por el pretil del contrafuerte del puente, y a los otros dos lados por desiguales taludes y terraplenes arenosos, donde nacen silvestres espinos, cardos y raquíticas yerbas.
Iban donde va la gente que no quiere gastar dinero, y se les veía por el pretil del río, camino de Monte-Olivete, los dos jóvenes delante, hablando tranquilamente, mientras se acariciaban con la mirada, y detrás Micaela, con aire de inconsciente, abismada en el crepúsculo eterno que la envolvía y levantando la cabeza, sin sentir la menor molestia por los rayos del sol que se quebraban en sus ojazos hermosos y muertos.
Ambos avanzaban impávidos al través de la noche y la lluvia, presagiando la muerte. Siguieron un buen trecho a lo largo de la muralla y al llegar a la carretera de Sarrió tomaron por ella. No habían andado cinco minutos cuando oyeron cerca un gemido. Pararon en firme, y acercándose al pretil distinguieron un bulto; se aproximaron un poco más y vieron sentada una niña.
La iglesia, el convento y el tribunal. Dos cuadros. Un cocinero municipal y una mestiza tendera. Aguas constantes. Higrómetros y termómetros. Frío. Las frondas del gran Banajao. Artes y oficios. La niña, la hermana y la madre. Tejedoras. Petacas y sombreros. Música fuerte y música débil. Fray Samuel Mena. El pretil del convento. La campana de las ánimas. Cofradías. La guardia de honor de María.
Pasó por el lugar donde había encontrado el fúnebre cortejo, y no pensó ya en aquel ataúd blanco que le obsesionaba con la más amarga de las seducciones. Tampoco levantó la desalentada cabeza para contemplar las torres de Cuarte, cuyos rojizos muros adquirían en su parte alta un tinte de incendio reflejando la puesta del sol. La frescura que sintió siguiendo el pretil del río pareció reanimarle.
Desde el pretil veíanse rebaños de obscuras ovejas, que al compás perezoso de las esquilas iban en busca del corral, mientras que por la parte de arriba, por la carretera polvorienta, marchaban también en retirada los rebaños del trabajo, gentes de espalda encorvada y blusa vieja, con la cara sudorosa y el saco de herramientas a la espalda. La melancolía del crepúsculo se apoderaba de Juanito.
Le sorprendió la rapidez con que había transcurrido el tiempo y continuó su camino, dispuesto a vagar sin rumbo fijo; pero los grupos de gente que siguiendo el pretil marchaban en la misma dirección le arrastraron, haciendo que insensiblemente se encaminara a la feria de la Alameda.
Palabra del Dia
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