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Actualizado: 14 de julio de 2025


Y no imagines que temor nos lleva A pedirte las paces con instancia, Pues la larga experiencia ha dado prueba Del poder valeroso de Numancia: Tu virtud y valor es quien nos ceba, Y nos declara que será ganancia Mayor de quantas desear podremos Si por señor y amigo te tenemos. A esto ha sido la venida nuestra: Respondenos, señor, lo que te place.

Mi buena y queridísima amiga: debo comenzar por pedirte dos veces perdón: primero por haber lanzado a los cuatro vientos de la publicidad tu sabrosa carta desde «Los Carpinchos», contando con singular donaire expresivo tus cuitas, las volteretas de vuestra fortuna, tu excelente conformidad, el brío emprendedor de Ricardo en la estancia y sus esperanzas y las tuyas en un próximo y brillante porvenir.

Mi mujer se abraza a las rodillas de su madre, que extiende los brazos como para protegerla. Yo no quiero hacerte daño, Yolanda digo. Lo único que quiero es pedirte perdón por haber sido tan imprudente, por exceso de amor a ti. Silencio prolongado. No se oyen más que suspiros. Entonces la madre le dice: Tiene razón, hija mía; levántate. Es hora de partir.

«Me parece mentira dijo él , que te tengo aquí, cogida otra vez con lazo, fierecita mía, y que puedo pedirte perdón por todo el mal que te he hecho...». Quita allá... ¡perdón! exclamó la joven anegándose en su propia generosidad . Si me quieres, ¿qué importa lo pasado?

Que ese hombre ha herido malamente á don Rodrigo Calderón. ¿Y á ti qué te importa? Luisa, todo lo que soy, lo debo á don Rodrigo. Bueno es ser agradecidos, pero cuando no nos piden imposibles. Nada hay imposible cuando se ama. Don Rodrigo no puede pedirte tanto. Debo á don Rodrigo el no haber dado en la horca. ¡En la horca ! ¿y por qué? Por una calumnia.

Al concluir, éste tenía los ojos húmedos, y exclamó mirando al techo: ¡Pobre niña! Julia guardó la carta en el pecho, cogió otra vez la costura y se puso a mover la aguja en silencio. Al cabo de algunos minutos el enfermo volvió a decir: Voy a pedirte otro favor... Lo que quieras...

Iba tan distraído el flamante marqués que no reparó en ella, hasta que al ir a pasar la tocó con el hombro. Viola entonces y se paró encarnado como la grana. Ingrato exclamó ella te aguardaba aquí para cerciorarme de que no me has olvidado del todo y para pedirte la limosna de una mirada y el favor y la honra de que te dignes hablarme todavía.

Lo mismo mi cuñada que sus padres tienen bastante dignidad para no acordarse más del santo de tu nombre. Pero has sido mi amigo hasta ahora, me has dado parte de tu matrimonio con mi hermana política, y al romperlo tan bruscamente creo tener derecho a pedirte una explicación.

Iban ya a separarse, cuando Millán le dijo: Ahora voy a pedirte yo un favor. Lo que quieras. Me han propuesto un negociejo que me conviene. Se trata de ir a Ávila para montar unas máquinas: cuestión de pasar allí unos días; estancia y viajes pagados, y cuatro mil realitos. No aún cuándo será la cosa, pero he aceptado. ¿Y qué puedo hacer yo?

Al día siguiente Vezzera entró al anochecer en mi cuarto. Llovía desde la mañana, con fuerte temporal, y la humedad y el frío me agobiaban. Desde el primer momento noté que Vezzera ardía en fiebre. Vengo a pedirte una cosa comenzó. ¡Déjate de cosas! interrumpí. ¿Por qué has salido con esta noche? ¿No ves que estás jugando tu vida con esto?

Palabra del Dia

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