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Actualizado: 15 de junio de 2025


Ahora, he aquí la carta de mi amiga Rosalía: «Los Carpinchos», julio 15 de 1916. Queridísima Marianela: No te puedes figurar cuánto te recuerdo desde este retiro de «Los Carpinchos» donde voy pasando el invierno, si no como en la gloria, por lo menos como en el limbo, que es el lugar intermedio entre la gloria y el infierno. No hay que ser ambiciosa, queriendo alcanzar el cielo de un solo golpe.

Ya ves, pues, que hasta tenemos ópera en «Los Carpinchos». Y es un canto apasionado, ¡oh! apasionadísimo... Algunas veces se le mete en la cabeza a Ricardo que yo estoy triste. «Te aburres, Rosalía; lo veo, lo noto: sufres la nostalgia de Buenos Aires. ¿Quieres que nos vayamos por unos días?» «No me aburro le digo; no hay tal nostalgia; me hallo muy contenta.

Los abrazos en la desgracia saben mejor aún que en la felicidad. Levantamos la casa de la avenida Alvear; echamos a los porteros, a los sirvientes, a los lacayos, a los «chauffeurs», una punta de vagos que puestos en fila, llegaban a la acera de enfrente, y nos vinimos a «Los Carpinchos», a trabajar, hijita, como unos gringos recién llegados.

Mi buena y queridísima amiga: debo comenzar por pedirte dos veces perdón: primero por haber lanzado a los cuatro vientos de la publicidad tu sabrosa carta desde «Los Carpinchos», contando con singular donaire expresivo tus cuitas, las volteretas de vuestra fortuna, tu excelente conformidad, el brío emprendedor de Ricardo en la estancia y sus esperanzas y las tuyas en un próximo y brillante porvenir.

Ricardo te envía un saludo y yo mi mejor abrazo. =Rosalía=.» Sólo me resta pedir disculpa a mi amiga Rosalía por lanzar su carta a los cuatro vientos de la publicidad. Lo hago porque, aparte el pequeño chismorreo final, la carta encierra una enseñanza y revela las mejores virtudes que pueden adornar a una mujer. Señora Rosalía Arregui del Moral de Pérez y Cámpora. «Los Carpinchos».

Me han sugerido estas pequeñas disquisiciones sobre la psicología de los secretos dos cartas que he recibido de mis amigas Rosalía y Petrona. Recordarán mis lectoras la carta de Rosalía desde «Los Carpinchos», contándome su vida y milagros.

La humanidad es igual en todas partes, en «Los Carpinchos» y en el teatro Colón. «Visto un león, están vistos todos los leones; vista una oveja, están vistas todas las ovejas»; y vista una persona, casi están vistas todas las personas. ¡Qué bien dirías todo esto que yo no acierto a expresar sino en términos de una humilde pastora!

Ya sabes que tenemos buena casa y bastantes comodidades, aunque sin lujo, porque, hijita, hemos venido a trabajar, a ver si nos rehacemos de los disparates cometidos, que ¡ay! no han sido pocos. Mi vida en «Los Carpinchos» trascurre dulcemente. Al principio me aplanaba esta soledad; me aburría como una ostra, como dice nuestro noble amigo, o nuestro amigo el noble.

De tiempo en tiempo se aperciben tambien sobre el ribazo algunos carpinchos y caimanes que salen fuera del agua. Los bordes de este rio, que es bastante anchuroso, están desnudos de arbolado hasta llegar á su confluencia con el riachuelo del Guacaraje, por el cual se suben tres leguas hasta el puerto de Concepcion, situado sobre la ribera.

Los rios se hallan entre tanto llenos de carpinchos y de delfines ó bufeos . A mas de estas plantas leñosas, las llanadas, las selvas y la orilla de los rios están cubiertas de plantas de mediana altura, entre las que se cuentan la pudorosa sensitiva, varias clases de índigo, y cantidad prodigiosa de frutos silvestres. Primera época, ántes de la llegada de los Españoles.

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