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Otras veces me ocurre por mejor, retirar mi partida y deshacerla, para evitar sueldos, segun solicité de V. E. el 13 de Febrero de este año, y esto es lo que tengo por mas acertado, fundándome en que esto mismo acaban de hacer los Portugueses, segun me avisa D. Antonio Alvarez desde Chiquitos, y lo que me escribe D. Diego Alvear haber oido á sus concurrentes, que solo vendrá al Igatimí la division que debe obrar con D. Juan Francisco Aguirre.

Si, como parece regular y está mandado en las instrucciones que tenemos, D. Diego Alvear solo hubiese tratado de la demarcacion hasta el Salto grande, dejando para mi todo lo concerniente al Igurey que me está asignado; ó si, cuando se empezó á tocar este punto con los Portugueses, se me hubiese dicho alguna cosa, como parecia preciso, respecto á que estoy en proporcion de instruirme mas que otro en el asunto, creo que las disputas estarian acabadas; que se hubiera sostenido desde el principio lo que era justo y ventajoso, y que se hubiera obrado con mas instruccion.

No concebían la revolución sino bajo las órdenes de Soler, Alvear, Lavalle u otro de reputación, de gloria clásica; y mientras tanto, sucedía en Buenos Aires lo que en Francia había sucedido en 1830, a saber: que todos los generales querían la revolución, pero les faltaba corazón y entrañas; estaban gastados, como esos centenares de generales franceses que en los días de julio cosecharon los resultados del valor del pueblo, a quien no quisieron prestar su espada para triunfar.

Estas reflexiones envolvían un problema interesante, que emprendió a examinar, y de cuya solución se ocupó con más fervor para satisfacer los deseos de Azara. A más de la copia que puso en manos de este jefe, sacó otras para los brigadieres Alvear, Lecoq, Varela, y para los virreyes Loreto y Avilés, que la juzgaron distintamente.

Los abrazos en la desgracia saben mejor aún que en la felicidad. Levantamos la casa de la avenida Alvear; echamos a los porteros, a los sirvientes, a los lacayos, a los «chauffeurs», una punta de vagos que puestos en fila, llegaban a la acera de enfrente, y nos vinimos a «Los Carpinchos», a trabajar, hijita, como unos gringos recién llegados.

Como concluye V. S. manifestando alguna desconfianza del proyecto, y se halla persuadido, segun me ha dicho, de que concurren en el Sr. Alvear, grande talento, vasta instruccion, infinita habilidad y virtudes heróicas, es de sospechar que ha adoptado dicho proyecto por deferencia á tan grande hombre.

Luego manifiesta V. S. la presuncion de que dichos fronterizos quieren poblarse en los terrenos que median entre los rios Yaguarí é Igatimí; y bajo de este concepto, el acuerdo de V. S. con el Señor D. Diego de Alvear propone por mas útil y ventajoso omitir lo que S. E. ha dispuesto, prefiriendo abrir un camino que, empezando en Concepcion y tirando al este, conduzca á las bocas de dicho Yaguarí, para fundar en alguna de ellas una poblacion que prevenga á los Portugueses.

Y mi felicidad la ve en el apellido de Carlitos, en las estancias de Carlitos, en las casas de Carlitos, en las herencias que le van a caer a Carlitos de su abuela, de sus tías, de sus tíos, de no quién más... campos aquí y allá, media avenida Alvear, otro tanto en Callao y Florida, cien mil vacas, un millón de ovejas... ¡qué yo!

Tambien insinué á V. S. mi sospecha de que los Portugueses no querian admitir el rio Igatimí por lindero; y este correo en carta particular me dice D. Diego Alvear, Comisario de la segunda partida, que á pesar de una prolija competencia de cuarenta y seis páginas, letra menuda, su concurrente no habia querido admitir por límite el rio Igatimí.

Esta es la primera vez que hablo de tal camino, por consiguiente han engañado á VV. SS. los que les han dicho que yo le hacia intransitable, y que de este error supuesto habia convencido el Sr. Alvear al Sr. Virey en su gabinete, con los planos en la mano.