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Actualizado: 14 de julio de 2025


Y entonces comenzaron mis cuidaos, ¿sabes?... Después pasó lo que pasó y me fuí metiendo, metiendo en el querer... y hoy eres para mis ojos, criatura, la misma Virgen del Carmen, el principio y el fin de todas las cosas... ¿Por qué no me has escrito, ? Una palabra tuya me hubiera hecho volar á tu lado y pedirte perdón... Pero hacer que me escribiese ese tío no te lo perdonaré jamás...

Maximina sacó del bolsillo un crucifijo de plata pendiente de un cordón y se lo entregó ruborizada diciendo: Este crucifijo me lo regaló la hermana San Sulpicio el día de su santo: lo traigo colgado al pecho hace tres años sin quitarlo jamás... Miguel se lo arrebató con alegría. Precisamente iba yo a pedirte una medallita para colgar al cuello. ¡Cuánto me alegro que te hayas anticipado!

Voy a pedirte un favor. Mañana no te despidas de . Si Dios quiere darme algunos meses de vida, cuando vengas, después de Semana Santa, me verás. Y ya lo sabes, no irás a otra parte, no, porque nos darías un pesar muy grande. Ya sabes que esta es tu casa. Nosotras te queremos mucho, mucho, y vivimos muy agradecidas a tus bondades.

Y dormías tranquila creyéndome en una tumba más segura que la tuya. Yo también he salido, sin embargo, y vengo á pedirte cuenta de todo lo que he sufrido. Lea movió la cabeza y dijo sordamente: ¿Has sido solo el que ha sufrido? ¿La responsabilidad de lo ocurrido es de los demás ó de ti mismo? ¿Es posible que hayas olvidado lo que hiciste?

No importa..., me encuentro bien... ¿Quieres hacerme un favor?... Sóplame en la cara a ver si se me pasa esta sofocación... ¡Así, así!... ¡Qué amable eres!... Por algo dice todo el mundo que eres muy simpático... Tienes el genio un poco vivo, pero a me gustan los hombres de genio vivo... Oye; necesito pedirte perdón. ¿De qué?

¡Cinco ó seis mil! ¡Anda, anda! ¡Si supieras cuál es la situación del tesoro! Chico, yo pensaba pedirte para una cajetilla. Pero, hombre, busca bien dijo el gran financiero con expresión de angustia, que indicaba lo triste que era para él hallar tan vacío el bolsillo del contribuyente. ¡Y yo que necesitaba ahora un pico...! nada más que un piquito. ¡Piquitos á !

Este creyó que la grave carita enrojecida de Raquel era un reproche a la inoportunidad de pararse a conversar con ellas, y se retiró en seguida. Al llegar al segundo entreacto iba a marcharse, descorazonado, cuando saliendo de la platea se dio de manos a boca con Castilla. Este le abrió los brazos con alegría, sin dejarle ir. Tengo que darte una explicación, le dijo, y pedirte otra.

Al mismo tiempo se levantó y comenzó a maniobrar con los enseres de hacer café, que estaban dispuestos sobre la mesa. Yo mismita te lo voy a hacer para que te relamas, so canalla: y voy a echar en él unos polvitos que me ha vendido una gitana para ponerte blandito, ¿sabes?... Porque tengo que pedirte una cosa. Los ojos del duque volvieron a reflejar inquietud.

Descalzádome has, condesa dijo Quevedo , pero fuego te dejo; agarrado por los pies me has tenido, pero no por la cabeza; libre me veo y de ti me escapo; no creía tanto; pero días pasan y días vienen, y tal vez llegue alguno en que vuelva á pedirte lo que de contigo se queda. ¿Y á dónde vamos en esta guisa? añadió Quevedo. Al camino, donde en un ventorrillo tengo preparado para vos un caballo.

No me atrevo a pedirte que dejes de asistir al baile aunque eso sería lo más conveniente, porque dirías que te pido demasiado... Pero te ruego que no bailes, sobre todo el vals... No es que estés enferma; pero te veo tan nerviosa y agitada que no puedo permitir que te entregues a un ejercicio que habría de exacerbar tu excitación. ¿Conque, me lo prometes, Magdalena? Di, hija mía.

Palabra del Dia

malignas

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