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Actualizado: 14 de octubre de 2025


¡Ten compasión, Pablo, de él y de ! exclamó la señora, mira, no iré a casa de Esteven, si no quieres; buscaremos por otro lado, volveré a casa de misia Petronila, correré la ceca y la meca... mismo, ¿por qué no sales y ensayas? ¡Hay que evitar, a todo trance, que Esteven vea el pagaré, a todo trance, Pablo!... No vendré a casa, sino cuando ya no pueda más; aunque sea de noche, no te alarmes... Y voy a pedirte una cosa: no digas nada a Quilito, que la ocasión no es de recriminaciones.

Numancia, de quien yo soy ciudadano, Inclito General, á me envia Como al mas fuerte Cipion Romano, Que ha cubierto la noche, ó visto el dia, A pedirte, señor, la amiga mano En señal de que cesa la porfia Tan trabada y cruel de tantos años, Que ha causado sus propios y tus daños.

Capítulo XVI Donde se prosigue la demostración de que el amor puede hacer astuta a la engañada y crédulo al engañador La carta confiada por don Juan a Julia y leída con avidez por Cristeta, decía lo siguiente: « que no tengo derecho a pedirte nada, ni lo merezco, pero es necesario que hablemos una sola vez; cinco minutos, donde quieras. Puedes escribirme a mi casa con entera confianza.

¡Demonio! exclamaron estupefactos los tres. ¡Conque ha muerto! ¡Y hace una hora! ¡Qué fatal coincidencia! ¡Yo que iba ahora mismo a pedirte que nos acompañaras a almorzar!... No puede ser. Yo, lejos de almorzar con mis amigos, les invito a mi vez a que me acompañen mañana en el entierro de la que fue mi prometida. Y, despidiéndose de ellos, se alejó con rapidez.

Oye, y no te burles dijo ella rompiendo el silencio . Quería pedirte que cuando estés allá y te acuerdes un poco de contemples a esta misma hora esa estrella. Lo pensé anoche... lo he pensado todas estas noches. la mirarás acordándote de , y yo la miraré al mismo tiempo.

Hasta los malvados sirven para algo. En fin, has llegado hasta aquí. Y ahora, ¿qué vamos á hacer para marcharnos? ¡Ah! Has dicho "marcharnos", dijo Mauricio alegremente. No creerás que quiero quedarme con mi tía ... ¡No! querida Herminia; pero me llena de gozo que me hayas evitado pedirte que me sigas.

El doctor, antes de responder se acercó a su hija, la examinó atentamente y le tomó el pulso. Pareció reflexionar un instante y luego dijo con grave acento: Hija mía, voy a pedirte un sacrificio y es preciso que me prometas no negármelo en modo alguno. ¡Dios mío! ¡me asusta usted, papá! exclamó Magdalena.

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