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Actualizado: 12 de junio de 2025
-Prosigue, Sancho amigo, y no desmayes -le dijo don Quijote-, que yo doblo la parada del precio. -Dese modo -dijo Sancho-, ¡a la mano de Dios, y lluevan azotes! Pero el socarrón dejó de dárselos en las espaldas, y daba en los árboles, con unos suspiros de cuando en cuando, que parecía que con cada uno dellos se le arrancaba el alma.
Los padres los querían ingenieros, como los ingleses que venían á explotar las minas: las madres los soñaban elegantes, y de cuerpo delicado, como los señoritos que hacían la parada en la acera del boulevard del Arenal.
Vila a la claridad de la luna parada e inmóvil dentro del marco de la ventana, los brazos cruzados sobre el pecho, el busto un poco echado hacia atrás. Al envío del beso, contestó con un ligero movimiento de hombros; en seguida con su bella voz de contralto que tanto adoraba, dejó caer lentamente estas palabras: ¡Adiós... imbécil! Después no he vuelto a verla.
No pudo distinguir bien la figura del desconocido, que abrió y cerró la puerta con extraordinaria precipitación; pero le pareció que aquel hombre era don Juan. «¡Dios mío!», murmuró la enamorada muchacha; y dándole un vuelco el corazón, quedó parada, sintiendo que comenzaban a temblarle las piernas.
Sí que lo estoy repuso Octavio con firmeza y clavando sus ojos en la dama; pero no sabe usted de quién. La condesa miró en aquel instante para la huerta y vió á miss Florencia que parada en medio de un camino los contemplaba fijamente.
Con los ojos fijos en el suelo, sin quejarse ya, Sabel permanecía parada, y su mano derecha tentaba suavemente su hombro izquierdo, en el cual debía tener alguna dolorosa contusión. En voz baja y lastimera, pero con suma energía, pronunció sin mirar al señorito: Busque quien le haga la cena..., y quien esté aquí.... Yo me voy, me voy, me voy, me voy....
El otro que esperando habia quedado, Cargado de mugeres, como vido, El cielo todo andar alborotado, Camina el rio arriba, y ha tenido Ventura en se mudar; que haber tardado, La carga hubiera toda sumergido: Mas no pudiera ser, que en el Armada Jamas vide muger ser mal parada.
El Juan Ortiz, que supo esta maraña, Comienza de hacer informaciones; Convièrtese el amor en pura saña, Y dice del vicario mil baldones: Al fin se dá en la cosa tanta maña, Que sube Trejo arriba con prisiones, Dejando en este puerto mal parada La gente que ha quedado de la Armada.
Ahora bien: pues que ya conocéis la tierra y la gente, y de juro también os han llevado, para que estudiéis las costumbres, á los toros del Puerto y de Sanlúcar, y á las ferias de Mairena y del Rocío, y á la Semana Santa de Sevilla, y de paseo ó gran parada á la plaza de San Antonio de Cádiz, y de profana romería á la beata Sierra de Córdoba, y en todas estas exposiciones regionales habréis encontrado á las más genuinas andaluzas de alto y bajo copete, ora á pie, ora en las ancas de brioso caballo regido por apuesto contrabandista, ora en jumento con jamugas ó con maldita la cosa, ora en calesa, calesín ó birlocho; ya con vestido á media pierna, pañuelo de crespón encarnado y la cabeza orlada de claveles; ya con falda de espléndidos faralares, valioso mantón chinesco y toca blanca, al gusto de Goya; ya de legítima torera, con monillo, ceñidor y sombrero calañés; ya arrastrando luenga cola de seda y tremolando la clásica mantilla de casco, bandera negra de las españolas contra toda la extranjería; aquí tañendo las castañuelas, y bailando, verbigracia, el Vito; allí cantando, al son de sus palmas, la apasionada Soledad, ó entonando, con lágrimas en la voz, ¡sin palmas y con suspiros!, la Caña quejumbrosa y lastimera; aquí abriéndose paso con su rumboso meneo entre una turba de majos, que arrojan á sus pies capas y sombreros para que le sirvan de alfombra; allí volviendo valientemente una esquina, y al mismo tiempo la cara en sentido inverso, como fascinadora culebra que no quiere que se escape el pajarillo; es decir, pues que ya habéis visto á la mujer técnica de la Tierra de María Santísima, sea duquesa ó labradora, generala ó cigarrera, en el pleno ejercicio de su privativo poder, de su peculiar gallardía, de su porte soberano, tengo que principiar por advertiros que.....
Los teatros de Paris, estudiados con detencion, contristan profundamente el ánimo: la moral pública sale eternamente mal parada: es sumamente difícil asistir á la representacion de una comedia en la cual no haya una mujer que engaña á su marido, es un detalle casi indispensable.
Palabra del Dia
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