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Actualizado: 24 de junio de 2025


Conduxéronle con mil baldones á su aposento, donde conforme á la ley habia de pasar aquella noche: y decia, pudiendo apénas menearse: ¡Qué aventura para un hombre como yo! Mejor desempeñáron su obligacion los demas adalides: hubo algunos que venciéron á dos combatientes, y unos pocos llegáron hasta tres. Solo el príncipe Otames venció á quatro.

Sin esto Juan Ortiz daba baldones A todos, con denuestos en la cara, Al tiempo del partir de las raciones, Por era la racion doblada cara. "Malditos, endiablados comilones, Tragones, apocados, gente avara, Que os trage yo de España á sustentaros, ¿Qué os debo? estoy

El Juan Ortiz, que supo esta maraña, Comienza de hacer informaciones; Convièrtese el amor en pura saña, Y dice del vicario mil baldones: Al fin se en la cosa tanta maña, Que sube Trejo arriba con prisiones, Dejando en este puerto mal parada La gente que ha quedado de la Armada.

Probó a subir desde el caballo a las bardas, pero estaba tan molido y quebrantado que aun apearse no pudo; y así, desde encima del caballo, comenzó a decir tantos denuestos y baldones a los que a Sancho manteaban, que no es posible acertar a escribillos; mas no por esto cesaban ellos de su risa y de su obra, ni el volador Sancho dejaba sus quejas, mezcladas ya con amenazas, ya con ruegos; mas todo aprovechaba poco, ni aprovechó, hasta que de puro cansados le dejaron.

Toda quanta gente aun habia en el anfiteatro y el circo le acogió con mil baldones; todos so le arrimaban, y le daban vaya en su cara: nunca hombre sufrió tan afrentoso desayre.

Temíanse ya las disputas y se rehuían, porque los desaforados gritos y los baldones que antes se lanzaban sin resultado alguno, gracias a la cordial avenencia que existía entre todos, eran, al presente, de mucho peligro. Reinaba, por tanto, en aquel recinto, más silencio, más cortesía, pero muchísima menos franqueza y cordialidad. Aquella tirantez no podía durar mucho tiempo.

Al fin, pues, ya del templo consagrado, Diciendo mil oprobios y baldones, Y falsos testimonios del Prelado, Por solos sus rencores y pasiones, Expelen al cristiano arrodillado, Haciéndole que salga á rempujones. Forzándola á salir la puerta afuera, Una dama hablò de esta manera. ¡Pues no son poderosos los maridos! Pidamosles las armas, y volvamos Por la honra de Dios.

Palabra del Dia

rigoleto

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