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La comedia comienza en el campamento cristiano de Granada. La reina Isabel pasa revista al ejército, y premia á los más valientes caballeros; el entusiasmo y ardor bélico de los adalides españoles se pinta con los colores más vivos. La escena cambia entonces, representando lo interior de la ciudad sitiada.

Los adalides que los guian saben todos los caminos de las tierras que recorren; no llevan mas que una camisa muy corta, sea verano ó invierno, en las piernas unas calzas de cuero, abarcas en los piés, en la cintura una correa con un buen cuchillo, casco en la cabeza, lanza y dardo en mano, y una bolsa de piel á la espalda con pan para dos ó tres dias... Son todos catalanes y aragonesesVéase la nota 162 á la Crónica de Fr.

Las palabras de Beatriz en el estrado le volvían a la memoria. ¡, era preciso dejar alguna vez la alcándara y volar hacia la heroica cetrería! A él mismo se le alcanzaba que no era airoso ligar su nombre al de aquella descendiente de ilustres adalides sin ofrecerla, primero, alguna bandera de nave mahometana, o una corona mural ganada en los asaltos de Flandes.

Débiles somos ante tan titánicos adalides de la ambiciosa política cesarista de vuestro actual Gobierno, para resistir á su valeroso empuje; escasos son nuestros elementos; pero continuarémos en esta lucha injusta, sangrienta y desigual, no por amor á la guerra, que la detestamos, sino por defender nuestros innegables derechos á la libertad é Independencia, tán caramente conquistados, y nuestro territorio amenazado por las ambiciones de un partido que trata de sojuzgarnos.

Los bravos adalides cristianos pudieron respirar más desahogadamente en sus territorios, ya más extensos y seguros. Repobláronse las antiguas ciudades de Ávila, Segovia, Salamanca, Toro y Zamora. Mezcláronse con los castellanos caballeros extranjeros, ansiosos de tomar parte en sus gloriosas cruzadas.

La tropa de aventureros que le había seguido, prestándole omnímoda confianza, sin saber sino confusamente los peligros que tendría que arrostrar y los obstáculos que tendría que vencer, para el buen éxito de la empresa, cuyo fin apenas presumía, se hallaba acuartelada en dos amplios salones del subterráneo y aguardaba impaciente la hora oportuna para la acción que debía empeñarse cumpliendo las órdenes de sus adalides Morsamor y Tiburcio.

Antes, al defender la fe católica, de que se hicieron y fueron maravillosos adalides, se pusieron en el camino del progreso, á la cabeza de la humanidad, levantando el lábaro y apareciendo casi, así por el amor de la religión como por el amor de la ciencia, semejantes á la columna de fuego que guió en el desierto á los israelitas durante la noche.

El teatro y la novela ¿no tienen un pequeño número de notabilidades, cuyas obras se imitan hasta el fastidio? La política, la filosofía, la historia, ¿no cuentan tambien unos pocos adalides, cuyos nombres se pronuncian sin cesar, y cuyas opiniones y lenguaje se adoptan sin discernimiento?

Conduxéronle con mil baldones á su aposento, donde conforme á la ley habia de pasar aquella noche: y decia, pudiendo apénas menearse: ¡Qué aventura para un hombre como yo! Mejor desempeñáron su obligacion los demas adalides: hubo algunos que venciéron á dos combatientes, y unos pocos llegáron hasta tres. Solo el príncipe Otames venció á quatro.

Verterás la dulce euritmia del verso en prestigio de los lares nativos, cual aroma de grandeza, en el terso y aureo yelmo de patriotas altivos... Tu canción sea de triunfos y amores ante el alma nacional que te escucha: blancos ritmos a doncellas y flores, bravos toques a adalides en lucha...! POETAS ESPA