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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Desde por la mañana bien temprano comenzaban a entrar escritores: y como ninguno salía, la consecuencia era que al poco rato el local se atestaba y los redactores zumbaban como verdaderas y genuinas abejas en una colmena, se codeaban, se estrujaban e impedían de todo punto la entrada de los compañeros que llegaban tarde. Redactor hubo que en ocho días no logró poner los pies en la oficina.
Y de seguro, si es de veras conocedor de los anales de España en tal tiempo, y particularmente de los del reino de Granada, dirá para sí algo parecido a lo que en el Censeur Européen de fin de mayo de 1820 escribió el célebre Agustín Thierry a propósito de Ivanhoe; es, a saber: que había más historia allí que en las genuinas historias."
Tambien simboliza el llanto de Pólux por la muerte de su hermano la degeneracion del arte cristiano en ciertas épocas, el cual por ceder á una ciega y fanática admiracion hácia las creaciones del arte materialista, abjura de su inmortalidad, es decir, de sus altas y genuinas aspiraciones, y consiente que usurpe su puesto un arte alucinador é impotente, cuyos medios no corresponden al objeto final del arte en la sociedad cristiana.
El mahometismo desarrollado ha ofrecido al mundo como legítimo producto la mas refinada voluptuosidad; el cristianismo, vuelto á sus genuinas aspiraciones despues de la breve escursion que sus malos intérpretes han hecho por el dominio gentílico, proclama por la voz de los penitentes y contritos que la perfeccion de la vida solo se encuentra en la ley del sacrificio, de la caridad y de la propia abnegacion. ¡Guerra implacable, pues, á los que condenan la cómoda religion del Profeta! ¿Qué mayor honor, qué mayor obsequio puede tributarse á la Ley escrita en las portadas y columnatas de la gran mezquita, que inmolar á su ciego acatamiento á todo el que la desobedezca, ridiculice ó contradiga? ¡Compareced á nuestra vista, sombras augustas y queridas de tantos mártires incontaminados: desfilad, santos y puros sacerdotes, nobles mancebos, vírgenes bellas y pudorosas que componeis la sagrada hueste de víctimas á quienes hoy la Iglesia de España tributa agradecido culto; deslizaos como leve legion de espíritus por entre esas crepusculares naves que fueron un tiempo teatro de vuestra generosa y heróica confesion, y podamos al menos con el dolor y la compasion de ver correr vuestra inmaculada sangre bajo el hierro de los verdugos, fortalecernos contra la seduccion que hizo sucumbir á los que fueron indignos hermanos vuestros en la fastuosa corte de ese sultan! ¡Ah! mientras vosotros recibís en el tribunal del Cadí la terrible sentencia; mientras entregais á los sayones ya vuestros piés y manos para que os sean cortados, ya vuestras cervices para morir de un solo golpe, ya vuestras espaldas para que con crueles azotes os las destrocen; mientras gemís en tenebrosas cárceles y derramais lágrimas más sobre la apostasía de vuestros hermanos que sobre vuestros propios hierros, la gran corte de los Umeyas se entrega placentera al flujo de las mundanas prosperidades, y viento en popa navega la nave del Estado cordobés hácia el ansiado puerto de la paz, de la bienandanza y de los placeres.
Llegará la época en que recobrando los dos antagonistas sus instintos primitivos, y ambos interiormente impelidos á ventilar la secular contienda iniciada en el Oriente, se determinen á declararse implacable guerra, aspirando cada cual á quedar dueño esclusivo del campo; y entonces volverán nuevamente á pronunciarse las facciones genuinas de los dos opuestos principios.
Ahora bien: pues que ya conocéis la tierra y la gente, y de juro también os han llevado, para que estudiéis las costumbres, á los toros del Puerto y de Sanlúcar, y á las ferias de Mairena y del Rocío, y á la Semana Santa de Sevilla, y de paseo ó gran parada á la plaza de San Antonio de Cádiz, y de profana romería á la beata Sierra de Córdoba, y en todas estas exposiciones regionales habréis encontrado á las más genuinas andaluzas de alto y bajo copete, ora á pie, ora en las ancas de brioso caballo regido por apuesto contrabandista, ora en jumento con jamugas ó con maldita la cosa, ora en calesa, calesín ó birlocho; ya con vestido á media pierna, pañuelo de crespón encarnado y la cabeza orlada de claveles; ya con falda de espléndidos faralares, valioso mantón chinesco y toca blanca, al gusto de Goya; ya de legítima torera, con monillo, ceñidor y sombrero calañés; ya arrastrando luenga cola de seda y tremolando la clásica mantilla de casco, bandera negra de las españolas contra toda la extranjería; aquí tañendo las castañuelas, y bailando, verbigracia, el Vito; allí cantando, al son de sus palmas, la apasionada Soledad, ó entonando, con lágrimas en la voz, ¡sin palmas y con suspiros!, la Caña quejumbrosa y lastimera; aquí abriéndose paso con su rumboso meneo entre una turba de majos, que arrojan á sus pies capas y sombreros para que le sirvan de alfombra; allí volviendo valientemente una esquina, y al mismo tiempo la cara en sentido inverso, como fascinadora culebra que no quiere que se escape el pajarillo; es decir, pues que ya habéis visto á la mujer técnica de la Tierra de María Santísima, sea duquesa ó labradora, generala ó cigarrera, en el pleno ejercicio de su privativo poder, de su peculiar gallardía, de su porte soberano, tengo que principiar por advertiros que.....
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