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Actualizado: 7 de julio de 2025


Tenía los ojos secos y un atroz sufrimiento me oprimía el corazón. Volví a leer la carta de Magdalena.

La dulce presión del brazo de la hermosa, aquel suave perfume, siempre el mismo, que exhalaba de su gentil persona, enajenaban al joven entomólogo, ya predispuesto a enternecerse por la prueba de cariño que su amada acababa de darle. Esta, que le conocía perfectamente, al sentir que le oprimía con más fuerza el brazo, le miró a la cara con fijeza, segura de encontrar lágrimas en sus ojos.

Sería su esclavo, la alfombra en que pondría sus pies; el perro, siempre tendido ante ella, con la mirada ardiente de la eterna fidelidad, acabaría por quererle, si no por amor, por gratitud y por lástima. Y al hablar así, acercaba su rostro al de Leonora, buscando su imagen en el fondo de los ojos verdes; oprimía su brazo con la fiebre de la pasión.

Dio dos o tres pasos por la sala, sonose con fuerza y logró dominar la emoción que oprimía su garganta y que estuvo próxima a reventar en sollozos. El carruaje estaba ya en la puerta. Petrilla, con su traje de gala debía acompañarme hasta C * y dejarme en brazos de mi tío. Conducíanos el arrendatario, porque Susana, entregada a su dolor, permanecía provisionalmente al cuidado del Zarzal.

Hoy llamamos al doctor Castro Fernández. Nos dijo que la anemia se agrava y que conviene llevarla al campo, en cuanto empiece la primavera. Adriana sintió que el corazón se le oprimía. Ah, ¡cómo has podido reírte así! murmuró casi sin voz. Carmen también se entristeció. Pero pronto, animándose de nuevo: Laura y Zoraida están ahora arriba con abuelita. Vamos nosotras al cuarto de Laura.

Es verdad: ella tembló cuando me oyó hablar así, pero eso no le impidió reconocer que podía, que debía esperar. Todavía no he dicho a usted todo lo que medió entre nosotros. Dos días antes de nuestra última entrevista, la acompañé al monte Chesand; bebimos en una fuente; yo después que ella hubo bebido, apuré de su copa el agua que había dejado: me pareció que oprimía sus labios con los míos.

Ahora voy a verte el cerebro. ¡Aguarda un poco! Y le oprimía con sus rodillas el pecho. De tal suerte que el infeliz escultor hubiera perecido si Miguel Rivera no entrase en aquel momento. Con su ayuda pudo levantarse, y con la de los vecinos que acudieron al ruido se logró sujetar al loco y atarlo con la misma cuerda que aprisionaba a la desgraciada criatura.

El primer escalón fue mi mérito, el segundo mi resolución, el tercero la lisonja, el cuarto la envidia... ¿Pero qué habla usted de convenios reservados, de pactos deshonrosos? Cállese usted, tenga usted la bondad de callarse; le ruego, le mando a usted que se calle». Y colérico se abalanzaba a la reja, ponía el oído, hacía señales de conformidad o denegación, oprimía los barrotes.

Sintió el olor de una rosa muy grande que Ana oprimía contra los labios de su buen amigo, de su hermano mayor; la música de las palabras se mezclaba con el aroma de la flor en mística composición.... «Ay, , amor, y buen amor era todo aquello.... Era un enamorado; el amor no era todo lascivia, era también aquella pena del desengaño, aquella soledad repentina, aquel dolor dulce y amargo, todo junto, capaz de redimir la culpa más grave.

El descontento de la nación vencida tuvo sus intercadencias según y como que la política de la Corte los halagaba o los oprimía; pero siempre es cierto que mal avenidos con la religión que habían abrazado a la fuerza, sentidos con las fardas y gabelas con que eran pechados, ofendidos de las ordenanzas que les pregonaban, y rabiosos con la altivez de los vencedores, no esperaban sino ocasión adecuada para revolverse, tentando para ello los vecinos reinos de Africa, y el nuevo y formidable poder que desde Constantinopla amenazaba a toda la cristiandad.

Palabra del Dia

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