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Cabello enredado y mugriento, frente oprimida, ojos dilatados y tristes, mano tostada y sucia, uñas ennegrecidas, cara chupada, pómulos salientes, tez arrugosa, fisonomía mústia, todo está allí con una ingenuidad que sorprende. Es un chiquillo que nunca ha conocido á su madre, que desde que nació pide limosna.

¿Pero quién es aquel señor que abre la puerta del café y esparce su vista por el local, como buscando a alguien, y desde que ve a Mariano viene hacia él, y se le sienta enfrente? ¿Quién ha de ser sino el bendito D. José? Bien se conoce en su faz su martirio y las tristezas que está pasando. Ved su cara demacrada y mustia, sus ojos impregnados de cierta melancolía de funeral; ved también sus mejillas, antes competidoras de las rosas y claveles, ahora pálidas y surcadas de arrugas. ¿Qué le pasa?

Tía Pepa, siempre tan parladora, enmudeció como los pajarillos del corredor, silenciosos y tristes a la sazón por el cambio de pluma; la enferma nos parecía más abatida que de ordinario, y Angelina salía y entraba, arreglando los equipajes, mustia y cabizbaja. No cómo pude trabajar durante ese tiempo. Para colmo de males tuvimos quehacer de sobra en el despacho.

Así las cosas y andando los días, una noche, en casa de Verónica, tomó a ésta del brazo Sagrario; llevósela a un rinconcito lejos de la gente; y allí, sentadas las dos en sendos sillones de rica tapicería, dijo la vehemente rubia a su amiga, entre mustia y alegre, pero con más carga de lo primero que de lo segundo: ¡Por fin!...

Estaban los dos sentados junto a un velador cubierto con fina y blanca servilleta; cenaban con sendas medias botellas de Burdeos al lado, y llegaban al momento necesario de la expansión y las confidencias; Mesía melancólico, pasando a tragos la nostalgia de lo infinito, que también tienen los descreídos a su modo, inclinaba mustia la gallarda y fina cabeza de un rubio pálido, y parecía un poco más viejo que de ordinario.

Tu alma puebla los desiertos, Y del Sud en la campaña Al lado de una cabaña Se eleva fúnebre cruz; Esa cruz, bajo de un tala Solitario, abandonado, Es un símbolo adorado En los campos del Tuyú. Allí duerme Santos Vega: De las hojas al arrullo Imitar quiere el murmullo De una fúnebre cancion. No hay pendiente de sus gajos Enlutada y mústia lira, Donde la brisa suspira Como un acento de amor.

Cuatro veces dieron lugar las botas para ser empinadas; pero la quinta no fue posible, porque ya estaban más enjutas y secas que un esparto, cosa que puso mustia la alegría que hasta allí habían mostrado. De cuando en cuando, juntaba alguno su mano derecha con la de Sancho, y decía: -Español y tudesqui, tuto uno: bon compaño. Y Sancho respondía: Bon compaño, jura Di!

Veo brillar el cielo tan puro y refulgente como cuando forjaba mi primera ilusión, el mismo soplo siento besar mi mustia frente, el mismo que encendía mi entusiasmo ferviente y hacía hervir la sangre del joven corazón.

¡Ah! ¡aquel sayal sobre el dueño del mundo...! El sol se ocultó detrás de los cerros, y la ciudad tomó una coloración mustia y violácea, cual si fuera contemplada al través de transparente amatista. Algunas vidrieras que habían flameado un instante se apagaron. Ramiro dejose penetrar por el sagrado recogimiento, presintiendo un signo, una voz de lo alto.

¡Cuántas veces sentí su horrible clavo golpearme con áspera sevicia, y sentí a su furor cómo temblaba el cielo de las dichas que soñaba, como un mundo de luz que se desquicia! ¡Cuántas veces también alzó en mi pecho, la indómita borrasca de la angustia, y por las noches le encontré en acecho para robar mi sueño, sobre el lecho en que gemía por mi vida mustia!