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Actualizado: 1 de junio de 2025
Desengáñate, Pedro: á vosotros, cuando los tiempos vienen malos, os queda el recurso de luchar con el destino, mientras que nosotras... ¡Jesús!... ¿qué me ha picado aquí? La condesa interrumpió su discurso para sacar vivamente una mano que tenía metida en la hierba. En la blanca y torneada muñeca apareció una gota de sangre.
Que no vuelva: dile que no vuelva, o le aborreceré. Pero lo que la traviesa muñeca no decía era que le importaban muy poco las cóleras de mamá y que deseaba la desaparición de Andresito por propio interés.
En veinticuatro horas han dicho adiós á sus vetustos paredones dos de los tres hombres que había en todo el convento. Porque hace tiempo que te conozco, Roger amigo, y á pesar de tu carita de muñeca llegaras á ser todo un hombre. El otro á quien me refiero es el buen abad.
Todo lo perdí, todo, y quiero irme con mi madre. La Nela dio algunos pasos; pero Golfín, como fiera que echa la zarpa, la detuvo fuertemente por la muñeca. Haciendo esto observó el agitado pulso de la vagabunda. Ven acá le dijo . Desde este momento, que quieras que no, te hago mi esclava.
Y un ángel, una bellísima muñeca de nueve años, saltó del asiento del piano para caer en los brazos del niño, confundiéndose por un momento con sus besos, sus gritos, su risa, su alegría, sus almas inocentes y sus vidas inmaculadas, como se confundían los bucles de oro que rodeaban, como una aureola de rayos de sol, las preciosas cabezas de ambos. El niño se acordó al fin de sus premios.
¡Vive Dios! exclamó el general levantándose colérico y rechazando con el pie el sillón, que fue rodando al centro de la sala; ¿me has tomado por un recluta? ¿Crees que voy a dejarme manejar por una mujer, por una muñeca? Usted vendrá, señora; usted vendrá, porque yo se lo ordeno. He dicho que no. ¿Y por qué? ¡voto a!... ¿por qué?
¡Abreme decía la señora, aporreando la puerta, ábreme: no hagas escándalo, Quilito, no me faltes al respeto! Abreme. Quilito abrió. Entró la tía, su cara de muñeca más lustrosa que de costumbre, sin las chapas de color en ambas mejillas, porque el disgusto las había borrado, y siguió al sobrino hasta la alcoba.
Al acercarse a él, el coche tropezó con una piedra, se soltó una de las ruedas, la caja se inclinó y vino a tierra. Todos los viajeros cayeron revueltos en el barro. Martín se levantó primero y tomó en brazos a Catalina. ¿Tienes algo? la dijo. No, creo que no contestó ella, gimiendo. La superiora se había hecho un chichón en la trente y el demandadero dislocado una muñeca.
¿Habéis visto a Juanito Escalona? preguntó. Sí dijo uno . Aquí ha estado hace una media hora. Me ha dicho que le aguardases, que a las cuatro menos cuarto en punto vendría. Bueno, esperaremos repuso avanzando con calma y sentándose al lado de ellos. La broma continuó. Veamos, veamos cómo está ese pulso dijo Rafael cogiéndole por la muñeca y sacando al mismo tiempo el reloj.
Después, haciendo una mueca de fingido desdén, se lo alargó otra vez diciendo: Toma, toma, embustero. Pero antes de llegar a manos de Gonzalo, Cecilia extendió la suya y se lo arrebató riendo. ¿Qué papelitos son ésos? Venturita, como si la hubieran pinchado, brincó en el asiento y sujetó fuertemente la muñeca de su hermana.
Palabra del Dia
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