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Actualizado: 1 de septiembre de 2025
La abuela tiene la costumbre de consultar con él todos sus asuntos, pequeños y grandes. Era, pues, el caso de hacerlo. En cuanto entramos en su despacho, el padre Tomás comprendió que había electricidad en el aire. ¿La señorita Magdalena ha roto su muñeca? preguntó sonriendo al ver la seriedad de la abuela.
Neluco, entre tanto, continuaba pulsándole, ora en una muñeca, ora en la otra; arrimó el oído a su pecho, encima del corazón, y le descubrió y palpó las piernas hasta la rodilla; hízole varias preguntas luego, y, por último, se quedó un buen rato arrimado a la cama y mirándole fijamente, con la cabeza algo caída, como si no supiera qué decirle o lo estuviera discurriendo en vista de los fenómenos que observaba.
Mas como no era de presumir que ella por su voluntad se hubiese arrojado sobre mí de aquel modo brusco é inconveniente, pues jamás había hecho daño á ninguna muñeca, creí más probable que de alguna casa me la hubieran arrojado. Alcé la cabeza vivamente. En efecto, el reo estaba de pie en el balcón de un primer piso, suspenso, atónito, consternado. Era una niña de trece á catorce años.
Era una niña de blanca peluquíta, vestida de mujer, con la falda plegada y los grandes ahuecadores de las damas del siglo XVIII. Estaba junto a una mesa, al lado de un búcaro de flores, y sostenía con la exangüe diestra una rosa igual a un tomate, mirando ante ella con ojillos porcelanescos de muñeca.
¡A comer, papá! ¡Vamos, que sólo tiene usted en el estómago una taza de té! Vamos, «muñeca», vamos; contestó lentamente, levantándose del sillón dame tu brazo.... Ya tu papá está muy cascado.... ¡Ha trabajado mucho!... Los años no pasan así, como quiera, sin estropear a uno.... Entre tía Pepa y yo llevamos a la enferma a su cuarto. No quiso ir al comedor.
Los que habían comprado á la señora salieron de la tienda y entraron en un coche de lujo. ¡Cómo reían los tunantes! Hasta el más pequeño, que era el más mimoso, se permitía tirar de los brazos á la desgraciada muñeca, á pesar de tener él para su exclusivo goce variedad de juguetillos propios de su edad. Las personas mayores también parecían muy satisfechas de la adquisición.
Quise hablar, para dar mayor seguridad de que no era nada lo que había pasado, que la muñeca conservaba íntegros sus miembros, y yo lo mismo, y que celebraba la ocasión de conocer una niña tan hermosa y simpática, etc., etc. Nada de esto fue posible. La chica murmuró confusamente un "muchas gracias", y se apresuró a cerrar la puerta, dejándome con el discurso en el cuerpo.
Cuando me recobré del susto, lo primero que vi á mis pies fué una enorme muñeca fresca, sonrosada y en camisa. «Esta buena pieza es la que ha causado el destrozo», dije para mis adentros, lanzándole una mirada iracunda que la muñeca aparentó no comprender.
Tomó con mano temblorosa la taza que le presentaban, y después de vacilar un instante, se decidió a llevarla a los labios. Fuese aprensión o que en realidad el te estuviese mal hecho, lo cierto es que percibió un extraño y desagradable sabor. Dejó caer la taza al suelo, y sujetando a su esposa por la muñeca con fuerza le preguntó furiosamente: ¿Qué has echado en este te?
Y súbito, sin poder contenerse, apretó la muñeca al delegado diciendo: Sea usted franco, García... Empieza usted a tener sospechas de esa mujer. No tengo por qué ocultarlo replicó aquel con sosiego mirando por la ventanilla. La circunstancia de ser la última persona que ha hablado con el niño me da mucho que pensar... Luego, esa visita a la cárcel...
Palabra del Dia
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