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Actualizado: 10 de julio de 2025
Blanca, ante la mudanza que sobreviene en su esposo, y sus frases sombrías y misteriosas, se asusta de tal modo, que huye de su casa y se refugia en un monte próximo. Visítala aquí el conde Orgaz, que se encaminaba á buscar á García, á quien el Rey había nombrado jefe de una división, destinada á pelear contra los moros.
Hasta se imaginó que su sonrisa actual era continuación de otras sonrisas anteriores que no había podido reprimir mientras con un lápiz en la mano y el casco de orejas metálicas en la cabeza escribía las palabras misteriosas llegadas á través de la atmósfera. Gillespie le arrebató el despacho para abrirlo.... ¡Oh Dios! ¡La firma de miss Margaret!
Estos globos, millares y millones de veces más grandes que nuestra tierra, caminan centenares de miles de leguas por día. Bajo la acción irresistible de fuerzas colosales, misteriosas, son arrebatados por el espacio con la rapidez del relámpago.
Vamos ahora por entre los dos rios Guadiato y Guadalbarbo bajando al Guadalquivir, y al pasar por encima de Trassierra consagremos una mirada de interés á las misteriosas ruinas que al pié de sus escabrosas laderas nos hablan de una antigua poblacion cuyo nombre se sepultó ya en el mar de hielo del olvido.
Regalo son de los ojos, haciéndolas menos densas y bordando de la noche las misteriosas tinieblas: un luminoso suspiro de la luna macilenta; ¡del astro que lejos muere la despedida postrera! la luz temblorosa y pura de mil millares de estrellas que errantes chispas encienden sobre las ondas serenas; huyendo de los esquifes, murmurándoles sus quejas, fosforescentes espumas por irritadas más bellas; nieve, purísima nieve, dormida en las aguas quedas y que azoran, de los remos, las sacudidas violentas: destellos que multiplican las armas de los cincuenta que van a Máctan, del Régulo a vengar la grave ofensa, y que en la costa enemiga marcaran, antes, sus huellas, de que las nocturnas sombras avergonzadas por feas, se escondan viendo del alba la blanca faz hechicera.
Esta palabra es la esfinge; ella envuelve la duda que nos lleva por el camino trillado. ¡Ah! ¿Quién sería capaz de sufrir tanta vergüenza, de soportar el insulto del poderoso, el ultraje del orgullo, las desconocidas torturas del amor desdeñado, las artes de la intriga y tantas y tantas vejaciones de que somos objeto a cada paso si para darnos la paz bastara la aguda punta de un acero bien templado? ¿Quién no arrojaría su pesado fardo? ¿quién regaría con su llanto y su sudor el tenebroso camino sin las misteriosas sombras que más allá de los umbrales del sepulcro se alzan para acobardarle? ¡Ese mundo ignoto del cual jamás volvió ningún viajero lleno de horror, la voluntad, y hace que el espíritu espantado se detenga prefiriendo el dolor que le abruma al reposo inseguro de la tumba!... Luego nos arrastra el tiempo, la reflexión debilita nuestro propósito y convirtiéndose el héroe en cobarde acabamos por humillarnos, resignándonos a proseguir nuestra triste tarea en esta vida.
Risas provocativas, ojeadas misteriosas, palabras que parecían de esperanza.... Y poco después, uno por uno, los conquistadores desandaban el camino, cabizbajos y encolerizados, como un perro que se imagina encontrar un hueso y rompe sus colmillos en una piedra. Unas astutas las pequeñas Maxeville; unas malignas, que, faltas de dote, buscan un marido á su modo.
En la noche solitaria purifican con sus rayos y mi corazón abrasan y me prosterno ante ellos con adoración extática; y en el día no se ocultan cual se ocultó mi esperanza; por todas partes me siguen mirándome fijamente en mi espíritu clavadas... ¡Misteriosas y lejanas me persiguen tus miradas como dos estrellas fijas, como dos estrellas tristes, como dos estrellas blancas!
Su primer marido fué virrey de las Indias, y ella recibió el homenaje de las muchedumbres pálidas y misteriosas en lo alto de un elefante blanco, dentro de un templete de filigrana de oro semejante á un relicario.
También había varios cofres pequeños y anticuados, que, por su seguro aspecto, con sus fajas de hierro herrumbroso y tachonados de clavos, debían contener, pensé yo, las misteriosas riquezas que habían convertido en millonario a Burton Blair, cuando pocos días antes era un pobre caminante sin hogar. ¡Qué! grité azorado; ¡este es un inmenso tesoro escondido!
Palabra del Dia
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