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Actualizado: 23 de junio de 2025
Los que enferman por trabajar en la mina. ¿Y enferman muchos? Todos dijo el médico que había oído la pregunta . El temblor mercurial ataca a cuantos bajan a la mina. ¿Y por qué bajan? preguntó cándidamente la niña. Por manía repuso el médico sonriendo . Yo creo que vale mucho más respirar el aire fresco, que no el de allá abajo. ¡Claro! Yo sería cualquier cosa antes que minero.
¡Creíais, creíais!... Pues tened cuidado con creer estupideces. El duque recobró el uso de la palabra. ¡Sabéis, hijos míos, que gastáis unas bromas ligeras con vuestros compañeros!... ¡Ponerles la muerte delante de los ojos! ¡La muerte! exclamó el minero que había hablado. No, señor duque dijo el director . Si no echan los taquetes nos hubiéramos bañado hasta la cintura. ¿Nada más?
Gracias á este anestésico considerado en el país como un manjar de origen divino podría vivir días y días, sin que el hambre ni la sed dificultasen su viaje. Buscaba al cerrar la noche el abrigo natural de las piedras ó de los muros en ruinas que revelaban el emplazamiento de algún establecimiento minero arrasado dos siglos antes.
Don Luis, vuelva pronto. No olvide que hoy es San José y que le esperan en Bilbao. No haga á su primo una de las suyas. Aresti notó la entonación de respeto con que hablaba la vieja de aquel primo que le había invitado á comer por ser sus días. En todo el distrito minero nadie hablaba de él sin subrayar el nombre con una admiración casi religiosa.
Lo que más le interesaba por el momento eran las indemnizaciones que iba á tomar pronto por los terrenos expropiados en Carrio. Al fin no había tenido más remedio que ceder ante la fuerza mayor. Las tierras iban á ser partidas por el ferrocarril minero, y un puñado de oro iba á caer en sus manos. Lo agrio con lo dulce.
¿Que derramo sal?... Prueba esta agua y verás cómo no está salada repuso la traviesa niña tomando un poco del río con el hueco de la mano. Joyana quiso probarla, en efecto, pero antes que lo efectuase Flora se la arrojó á la cara. Con esto el minero se alegró mucho más y sonreía haciendo muecas de mono. Oye, Plutón: ¿no es verdad que apetece comerse esta manzanita colorada sin mondarla siquiera?
¿Tienes inconveniente en jurar que cumplirás mis encargos? Ninguno. Pues bien. ¿Juras que reconocerás como pariente a mi hija María de Aguirre, siempre, digan lo que digan, y que la favorecerás con todos tus medios? Sí, lo juro. ¿Juras que entregarás esta carta a Juan Machín, el minero, dentro de un año o antes si las circunstancias te obligan a abandonar Lúzaro? Lo juro.
Benedicta sabía que el ingrato la había abandonado para casarse con la hija de un rico minero; y desde entonces juró en Dios y en su ánima vivir para la venganza. Al encontrarse aquella noche con Aquilino y acordarle una cita, la fecunda imaginación de la mujer trazó rápidamente su plan.
Á veces en los ojos del médico brillaba un fulgor ominoso á manera del reflejo de una hoguera infernal, como si el terreno en que trabajaba este sombrío minero le hubiese dado indicios que le hicieran concebir fundadas esperanzas de hallar algo valioso.
Como hemos dicho, los jesuítas dominaban al virrey. Jesuíta era su confesor el padre Castillo, y jesuítas sus secretarios. Las crónicas de aquellos tiempos acusan a los hijos de Loyola de haber contribuido eficazmente al trágico fin del rico minero, que había prestado no pocos servicios a la causa de la corona y enviado a España algunos millones por el quinto de los provechos de la mina.
Palabra del Dia
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