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Actualizado: 23 de junio de 2025
Sentados sobre el césped, al borde del manantial, con toda comodidad podemos seguir con el pensamiento el itinerario recorrido por el pequeño canal del agua en las entrañas del monte antes de salir á la luz, ayudados de los datos científicos que la dolorosa experiencia del minero ha adquirido habitando las profundas galerías.
Pensaba en el dolor de su buen primo cuando al volver hallase profanado, destruído el agreste retiro donde tanto se placía. Los conspicuos, al regresar de Villoria, se detuvieron frente á Entralgo y bajaron al lagar de D. Félix, donde les tenían preparado un banquete. Se festejaba con él la feliz inauguración del ferrocarril minero.
Un gran establecimiento minero ha de anunciarse con edificios, chimeneas, ruido de arrastres, resoplido de hornos, relincho de caballos, trepidación de máquinas, y yo no veo, ni huelo, ni oigo nada.... Parece que estoy en un desierto... ¡qué soledad!
En todo pueblo de montaña, cuéntase en las veladas la terrible crónica de los aludes, y los niños la oyen acurrucándose entre las rodillas maternales. Lo que es el fuego grisú para el minero, es el alud para el montañés. Amenaza su casa, sus trojes, su ganado y también le amenaza á él. ¡Cuántos parientes y amigos suyos duermen ahora bajo la nieve!
Excusado es decir que los pueblos donde entró la piqueta del minero, han perdido, aunque no en tan alto grado como Comillas, su verdadero carácter local, y amoldádose á otras costumbres.
¿Á que no sabes, Plutón dijo poniéndole familiarmente una mano sobre el hombro, por qué bebes tanto aguardiente? El minero, que se había sentado y acababa de vaciar una copa, miró á su compañero Joyana y ambos soltaron una grosera carcajada. Pues por hacerte un favor. Los tertulios rieron también.
¡Que venga Don Luis! gemía el minero herido por la explosión de un barreno, ó el pinche casi enterrado por un desprendimiento de la cantera.
Hacía diez años que había sido trasladado al distrito minero desde un pueblecillo de Álava, y afirmaba que la mejor tierra del mundo era la de las Encartaciones. «Paz, mucha paz; para todos hay vida en el mundo.» Y en santa paz vivía, siendo gran amigo de Aresti, y tomando á broma las doctrinas revolucionarias que el doctor, por aburrimiento, exponía á los ricos de Gallarta después de sus famosas cenas.
Que el diablo me lleve si no ha engordado este bribón de pocos meses á esta parte dijo el paisano. ¿Cómo no apuntó un minero si todo lo que sudamos pasa al cajón de su mostrador? ¿No habéis reparado que cuanto más gana este ladrón peor vino nos da? De eso debéis estar agradecidos respondió el tabernero.
Al cabo se oyó la voz del minero llamando á su jefe. ¡Ruperto! ¡Manuel! La rapaza está aquí, pero muerta. Nadie oyó estas palabras más que él y los mineros que se hallaban inclinados sobre la misma boca del pozo.
Palabra del Dia
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