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Actualizado: 4 de junio de 2025


Iban atravesando la trinchera, llena de muertos, levantando los pies al sentir algún objeto blando, cuando oyeron una voz ahogada que decía: ¿Eres , Materne? ¡Ah! ¡Pobre amigo Rochart, perdón! respondió el cazador inclinándose ; ¡te he tocado! Pero ¿cómo? ¿Estás todavía aquí? ... No puedo andar..., porque me faltan las piernas.

¡Pues baje usted a Alsacia y ya verá! Aquella pobre gente se marchaba moviendo la cabeza con un aire de profunda indignación, y Materne se reía para sus adentros.

Que Materne, el padre; Labarbe, de Dagsburg; Jerónimo, de San Quirino; Marcos Divès, Piorette el ségare y Catalina Lefèvre entren en la fábrica. Vamos a deliberar. Dentro de un cuarto de hora o de veinte minutos daré las órdenes. Mientras tanto, cada aldea designará dos hombres para que vayan con Marcos Divès a buscar pólvora y balas al Falkenstein.

Cerca de las cinco de la mañana, Kasper, el hijo de Materne, fue a decir a Hullin que Marcos Divès con un volquete lleno de cartuchos, Catalina Lefèvre en un carro y un destacamento de Labarbe acababan de llegar al mismo tiempo y que se hallaban en la meseta. Tal noticia causó a Hullin una viva alegría, sobre todo por lo que se refiere a los cartuchos, pues temía que llegasen tarde.

Materne, acto continuo, bajó por la ladera, cubierta de nieve, hasta los jardinillos escalonados que se extienden por encima de Grand-Fontaine, en lo que tardó unos diez minutos; después, siguiendo unos surcos, llegó a la pradera, atravesó la plaza de la aldea, y sus dos hijos, que aguardaban con las armas en descanso, le vieron entrar en la posada.

En uno de los grupos, con las piernas encogidas, las espaldas dobladas y la pipa en los labios, se encontraban Materne y sus dos hijos. De vez en cuando, Luisa aparecía en la puerta de la granja, y en seguida entraba de nuevo para recomenzar la labor. Un apuesto gallo escarbaba en el estiércol y cantaba con voz ronca; dos o tres gallinas se paseaban entre la maleza.

Había una larga fila de jergones en el fondo de la sala; los dos últimos estaban vacíos, y en ellos se veían grandes manchas de sangre. Materne y Kasper colocaron en el más apartado al leñador, mientras que Despois se acercaba a otro herido diciéndole: ¡Nicolás, ha llegado tu hora! Entonces Nicolás Cerf se levantó con el rostro pálido y los ojos desencajados de terror.

En efecto; el tiroteo empezaba por ambos lados a la vez, hacia la meseta de «El Encinar» y las alturas de Kilberi. Entonces los dos jefes se abrazaron, y cuando marchaban a tientas en medio de la profunda noche tratando de llegar al borde de la peña, oyose la voz de Materne que les gritaba: ¡Tened cuidado, que ahí está el precipicio! Detuviéronse, mirando a sus pies, pero no vieron nada.

Hace un momento Frantz Materne, a quien había mandado que hiciera un reconocimiento, y todos los peatones de Piorette, de Jerónimo y de Labarbe han venido a decirme que los alemanes regresan a Mutzig. Materne padre y Kasper, después de enterrar a los muertos, han averiguado en Grand-Fontaine que no se ve nada anormal del lado de San Blas de la Peña.

Hullin, Materne y sus hijos iban algunos pasos más atrás, con la carabina al hombro, y de este modo subieron la ladera y se dirigieron hacia la granja de «El Encinar».

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