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Actualizado: 15 de junio de 2025
Por fin el instinto de conservación les hizo retroceder y salieron de una callejuela para entrar en otra, repitiendo la misma ceremonia. De pronto cesó de llover. Una aclamación inmensa, un grito de alegría y triunfo sacudió a la muchedumbre. ¡Vítol el pare San Bernat!... ¿Y aún dudaban de su inmenso poder los vecinos de los pueblos inmediatos?... Allí estaba la prueba.
De tiempo en tiempo distraen la atencion del viagero, que transita maravillado por aquella imponente soledad, los agudos chillidos de los monos de diversas especies, y la confusa algazara de la multitud de pájaros de variado plumaje: empero, el tránsito por este lugar suele ser sumamente incómodo, pues rara vez deja de llover en él con abundancia.
Mary me preguntó adónde iba a llevarla; le dije quién era la mujer de Recalde y cómo vivía; luego me interrogó acerca de lo que pensaba hacer yo; le expliqué cómo tenía que embarcarme, lo que ganaba, cuándo volvería, todo. Hablamos muy seriamente largo rato. Al cabo de algún tiempo cesó de llover y salimos de la cueva.
Pero quizás lluevan chispas como llovió ayer; en tal caso no podréis ir a la cacería dijo Godfrey, sin darse cuenta de si deseaba o no que surgiera ese impedimento. ¡Llover! exclamó Dunstan , nada de eso, siempre he tenido suerte con el tiempo. Llovería, sin duda, si pensarais ir vos. Jamás tenéis triunfos en vuestros juegos, bien lo sabéis, porque yo los tengo todos.
¿Qué desgracia? no señor, que los señoritos y las señoritas ya estaban en casa muy tranquilos cuando ustedes estarían llegando a mitad del monte... apenas se han mojado.... Yo salí, por orden de la señora Marquesa, en su busca apenas comenzó a llover.... Fui con el carro y el toldo encerado a la calleja de Arreo donde sabía yo que el señorito Paco había de parecer, porque aquel es el camino más corto y la casa de Chinto está allí, a los cuatro pasos.... En casa de Chinto estaban todas las señoritas, que no se habían mojado apenas... porque en el monte cuando empieza el chaparrón se está como a techo.... De modo que todos están en casa muertos de risa, menos la señora doña Anita que teme por usted y... por este señor cura....
Todos los convidados, menos los dos miedosos, se acercaron a los balcones para ver llover. Caía el agua a torrentes. Allá al extremo de la huerta se veía a la Marquesa y a las señoras que la acompañaban refugiadas bajo la cúpula del Belvedere que dominaba el paisaje, en una esquina del predio, junto a la tapia. ¿Y los chicos? preguntó Ripamilán asustado, fingiendo temer por los demás.
Estos bosques surgían como manchas de vida allí donde el encuentro de las corrientes superficiales hacía llover un maná de diminutos cadáveres. Las plantas retorcidas y calcáreas, duras como la piedra, no eran plantas: eran animales. Sus hojas, tentáculos inertes y traidores, se encogían de pronto. Sus flores, bocas ávidas, se inclinaban sobre la presa, sorbiéndola por sus ventosas glotonas.
Juan llegaba al pórtico, cuando oyó que lo llamaban. ¡Señor Juan! ¡señor Juan! Detúvose y se volvió; ella estaba a su lado. ¿Os vais... sin decirme adiós? Dispensad, señorita, estoy muy fatigado. Entonces, no os vayáis así, a pie. Va a llover. Y extendió la mano hacia fuera. ¡Mirad! ya llueve. ¡Oh! apenas. Venid a tomar una taza de té conmigo sola en el saloncito, y os haré llevar en carruaje.
Hallóse de nuevo en la calle de Segovia, y entonces los gritos femeninos llegaban á sus oídos como si la horda de aves con palabra humana hubiera levantado el vuelo tornando á las altas regiones. Empezó á llover: caían gotas muy gruesas, que la imaginación calenturienta de la huérfana sentía en el piso como si éste fuera una caja sonora.
Mary la dije agarrándola enérgicamente y zarandeándola con furia . ¡Cuidado con hacer necedades! La muchacha comenzó a sollozar con inmensa amargura. La dejé que llorase largo rato, haciéndome el incomodado, y después, ofreciéndole la mano, le dije: Vamos, Mary, que empieza a llover. Ella puso entre la mía su mano pequeña y callosa, y comenzamos a subir el Izarra.
Palabra del Dia
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