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Actualizado: 4 de junio de 2025
Le inspiraban las mujeres poca confianza según decían los comentadores alegres y no queriendo perder de vista a sus hermanas, para salir él de su altar, habían de ir éstas por delante. Asomaron a la puerta de la iglesia las santas hermanas, balanceándose en su peana sobre las cabezas de los devotos. ¡Vítol les chermanetes!
Avanzaba pesadamente, con fatigoso cabeceo, como movido por las olas de un mar irritado. La multitud lanzó un rugido. La música rompió a tocar. ¡Vítol el pare San Bernat! Pero la música y las aclamaciones quedaron ahogadas por un estrépito horripilante, como si la isla se abriera en mil pedazos, arrastrando la ciudad al centro de la tierra. La plaza se llenó de relámpagos.
Por fin el instinto de conservación les hizo retroceder y salieron de una callejuela para entrar en otra, repitiendo la misma ceremonia. De pronto cesó de llover. Una aclamación inmensa, un grito de alegría y triunfo sacudió a la muchedumbre. ¡Vítol el pare San Bernat!... ¿Y aún dudaban de su inmenso poder los vecinos de los pueblos inmediatos?... Allí estaba la prueba.
¡Vítol el pare San Bernat! gritaban a la vez un sinnúmero de voces roncas. ¡Vítol les chermanetes! añadían otros corrigiendo la falta de galantería de los más entusiastas. Porque las hermanitas, las santas mártires Gracia y María, también figuraban en la procesión. San Bernardo no iba solo a ninguna parte.
Palabra del Dia
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