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Actualizado: 13 de mayo de 2025
A la luz de los focos azules, que esparcían sobre el mar una claridad lívida, empezó el transbordo de pasajeros y equipajes con destino á París desde el trasatlántico á los remolcadores. «¡Aprisa! ¡aprisa!» Los marineros empujaban á las señoras de paso tardo, que recontaban sus maletas creyendo haber perdido alguna. Los camareros cargaban con los niños como si fuesen paquetes.
Hasta su rostro llega el aliento podre de aquella voz gangosa, y apenas puede dominar el impulso de apartarse. A la lívida claridad del amanecer, la figura gigantesca del mendigo leproso, se destaca en la oquedad de las canteras. El caballero siente una emoción cristiana. ¿Eres el pobre de San Lázaro? Sí, señor. ¿Y tus hijos? Los cinco están recogidos en el Hospital. ¿Tienen tu mismo mal?
Dando resoplidos, lívida y sudorosa, los ojos despidiendo llamas, Fortunata continuaba con su lengua la trágica obra que sus manos no podían realizar. «Eso para que vuelvas, so tunanta, a meter tus dedos en el plato ajeno... Embustera, timadora, comedianta, que eres capaz de engañar al Verbo Divino. ¡Lástima de agua del bautismo la que te echaron!
Una luz glacial y lívida penetraba por el ventanillo del dormitorio: la luz del amanecer. Jaime experimentó una sensación de frío. Arrancaban de su cuerpo las cubiertas del lecho; unas manos ágiles iban tentando los envoltorios de sus heridas.
Pero, ¿qué es lo que temes, mi amable amiga? ¡Todo! exclamó Clementina, como una explosión. ¡Me ha parecido reconocer á Mauricio bajo la blusa de ese miserable de hace un momento! ¡Á Mauricio! Sí, á Mauricio. No era su cara; no era su voz; y sin embargo, un instinto me dice que era él. ¡Si yo lo supiese! Yo ... Y Clementina se puso lívida. Vas á ponerte mala, dijo melosamente Bobart.
La rica talla, algún tanto churrigueresca del retablo, desaparecía bajo una espesa capa de polvo y de telarañas, y las varias imágenes que ocupaban las hornacinas parecían tener esa palidez lívida que indica en los hombres lo supremo del espanto.
¡No importa, mi Octavio! ¡Dame, dame la morfina! Nébel dejó que los brazos se tendieran inútilmente a él, y salió con Lidia. ¿Tú sabes la gravedad del estado de tu madre? Sí... Los médicos me habían dicho... El la miró fijamente. Es que está mucho peor de lo que imaginas. Lidia se puso lívida, y mirando afuera entrecerró los ojos y se mordió los labios en un casi sollozo.
Comenzaba a amanecer y los plomizos velos del cielo se rasgaban por la parte del mar, transparentando una claridad lívida. Leonora se estremeció, como si sintiera frío, apretándose instintivamente contra Rafael.
Cuando se presentó en el salón ataviado con el uniforme de maestrante de Granada, su faz lívida, el círculo azulado que rodeaba sus ojos, la fatiga que se leía en todos sus rasgos no pudo menos de sorprender a los circunstantes que empezaron a hablarse al oído. «Es el uniforme decían algunos lo que le da ese aspecto de muerto desenterrado.» «¡Qué uniforme!
Corrió D. Juan al gabinete y la halló desencajada; lívida, por los esfuerzos que unas violentísimas náuseas la obligaban a hacer. ¡Pronto! ¡A buscar el médico! gritó el pobre padre. Fernanda hizo un gesto negativo y articuló débilmente: No, que llamen al penitenciario. No hizo caso.
Palabra del Dia
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