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Actualizado: 13 de junio de 2025
Masas de tinieblas que anublan el día; masas de luz lívida, temblorosa, que ilumina un instante las tinieblas y muestra la pampa a distancias infinitas, cruzándolas vivamente el rayo, en fin, símbolo del poder. Estas imágenes han sido hechas para quedarse hondamente grabadas.
Y la cabeza, cada vez más fría y lívida á pesar del colorete, movíase de un lado á otro de la almohada, agitando su diadema de flores, entre las manos ansiosas de la madre y de la hermana, que se disputaban el último beso. A la salida del pueblo estaba aguardando el señor vicario con el sacristán y los monaguillos: no era caso de hacerlos esperar.
Benita la costurera moja una toalla en la jofaina que trajo llena de agua caliente, y comienza a lavar el rostro de la muerta. Entre los labios azulencos renace siempre una saliva ensangretada, bajo la toalla con que los refriegan aquellas manos irreverentes, picoteadas de la aguja, y la cabeza lívida rueda en el hoyo de la almohada.
Ayudóle a levantar, sosteniéndole por debajo de los brazos, y arrastróle suavemente, para lavarle la herida, hacia el pozo que la marea baja dejaba al descubierto, colocado al pie de una roca, en la orilla misma del mar. El niño se dejaba conducir con entera confianza, apoyando la lívida cabecita, blanca cual un jazmín cortado a la mañana, en el hombro de Paco.
Se puso repentinamente lívida, y con los labios temblorosos por la ira, exclamó: ¿Qué estás diciendo ahí? ¿Será necesario llevarte a Leganés?... Vamos, vamos añadió con acento despreciativo, hazme el favor de dejarme en paz. Ve a refrescarte, porque lo necesitas. La faz de Gonzalo se contrajo violentamente; su boca se abrió con una expresión de feroz sarcasmo, llamearon sus ojos.
Después lo vió á él, una tarde que trabajaba en el interior del estudio cinematográfico, bajo una luz lívida. «El rey de las praderas» se batía en aquellos momentos á silletazos y tiros de revólver con todos los parroquianos de una taberna del desierto. La primera impresión no fué buena.
Algunas de esas «huellas» que la realidad dejó en la formación ó ideación de un personaje escénico, han pasado á la historia. Garrick declara en sus «Memorias» que los gritos, muecas y lívida desesperación de cierto amigo suyo que perdió el juicio porque una hija de dos años se le había caído á la calle desde un balcón, le sirvieron después para componer el borrascoso carácter del «rey Lear».
Únicamente él pudo detenerlo, arrebatándole el arma. ¡Ese pedigrée sinvergüenza! vociferaba el viejo con la boca lívida, agitándose entre los brazos de su yerno . Todos los muertos de hambre creen que no hay mas que llegar á esta casa para llevarse mis hijas y mis pesos... ¡Suéltame te digo! ¡Suéltame para que lo mate! Y con el deseo de verse libre, daba sus excusas á Desnoyers.
Febrer iba de pesca con el tío Ventolera muchos días de mal tiempo. El viejo conocía bien su mar. Algunas mañanas que Jaime se quedaba en el lecho viendo filtrarse por las rendijas la luz lívida y difusa de un día tempestuoso, tenía que levantarse apresuradamente al oír la voz de su compañero, que «cantaba la misa» acompañando los latinajos con pedradas a la torre. «¡Arriba!
Las losas der pavimento, dislocadas, dejaban entrever el agua negra. Sobre sus cabezas oían los expedicionarios el pisar de la gente, el batir del duro casco de las bestias. A veces se abría un respiradero, y al través de la reja de hierro filtrábase la luz del día, lívida y cadavérica, amarilleando la rojiza de las lámparas.
Palabra del Dia
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