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Actualizado: 11 de junio de 2025
Cualquier daño que pudiera hacérseme no sería mayor que el que sufrí el día en que prendieron á mi pobre señorito. Un muchacho que se encaramaba en mis rodillas cuando era pequeño y al que iba á buscar al colegio todos los domingos cuando estaba estudiando. ¡Ah! señor, cuántas infamias hay en el mundo... No son las personas honradas las mejor tratadas.
Digan sinó los defensores de la Inquisicion ¿en los reinos estraños en que esta no existia i moraban judíos, cuántos cristianos abandonaban su religion i abrazaban la de Moisés? En España al contrario, mientras mas autos de fe, mas muertes i mas infamias de linaje se hacian por los inquisidores, mas personas judaizaban.
Cuando me quedé sola, retirada en mi dormitorio, leí aquel memorial; en él don Rodrigo manifestaba de la manera más clara, y con la indignación más profunda, el estado en que se encontraban el rey y España, dominado el uno por el favorito, mancillada, desangrada, robada por el favorito la otra; el golpe que pensaba darse á los moriscos, las descabelladas empresas contra Inglaterra, el descuido con que se veía venir á la Liga contra España sin conjurarla; los cohechos, el robo, la malversación de las rentas reales, la depreciación de la moneda, la corrupción de la justicia, los más altos oficios del reino en la familia de Lerma; su tío, inquisidor general; su hijo, gentil hombre del príncipe... sus hechuras puestas como espías alrededor del trono; cerrado al vasallo el camino hasta el rey, todo dominado, todo usado en provecho propio, convertido el clero por su interés al interés del favorito; alejados de España los buenos españoles; todo vendido, todo profanado, todo enlodado; cuantas miserias, en fin, cuantas infamias, cuantas traiciones puedan suponerse de un hombre; y todo esto robustecido con pruebas, aunque yo no las necesitaba porque harto bien conozco por mí misma á Lerma; todas estas pruebas expuestas con claridad, con nobleza, con desinterés, con lealtad, como conviene á un buen vasallo; don Rodrigo logró interesarme con su memorial, no sólo porque creí ver en él al hombre de honor interesado por su rey y por su patria, sino porque en él también vi al profundo hombre de Estado. ¿Pero á qué cansarme inútilmente? dijo la reina levantándose, yendo á un secreter, tomando de él un papel y dándosele á doña Clara : he aquí el memorial de don Rodrigo.
El Cielo sabe que nunca fue de mi genio mojar en hieles la pluma para escribir amarguras, ni menos hacerla cincel en bronce para eternizar infamias. Pues qué me ha obligado a escribir este papel? El celo del bien de algunos, que puede ser se interese en la perpetua memoria del suceso. Preservar del mal es un beneficio de monta, y tiene mucho de preservativo un escarmiento.
Lo dudo mucho, porque no me has dicho jamás una palabra del asunto. Contéstame inmediatamente. El P. Gil dejó caer los brazos, dobló la cabeza y murmuró sordamente: ¡Qué infamia! El mayorazgo soltó una carcajada. Pero ¿aún cree usted que hay infamias en el mundo? ¿De qué le sirve a usted tanto como ha leído? Quisiera que me explicase cómo es posible hacer porquerías dentro de una letrina.
Yo, que vi la bellaquería del demandador, escandalicéme mucho, y propuse de guardarme de semejantes hombres. Con estas vilezas y infamias que veía yo, ya me crecía por puntos el deseo de verme entre gente principal y caballeros.
Me encargó la madre que te lo propusiese como ocurrencia mía...; que te dijese cosas muy buenas de la chica.... Y no te las digo por si acaso las crees y te casas con ella.... Luego estarías bien desesperado.... Además de ser locas son malas; hablan infamias de todo el mundo, de ti también, y del padrino.... ¡Pobre Carmen!... Así no puedes vivir.... Yo arreglaré esto.
Me absorbe con tal fuerza, avasalla de tal modo mis facultades, que nunca me ha dejado tiempo para pensar en el amor. La hembra no me seduce. Adoro a la mujer cuando la veo desgraciada y triste. La fealdad me impresiona más que la belleza, porque me habla de las infamias sociales, me ofrece la amargura de lo injusto, el único vino que reanima mis fuerzas.
¡Chss! gritó Amparo . Aquí viene lo bueno, señores: «... abrir el vientre a sus vasallos para calentarse los pies con su sangre...» ¡Señor y Dios de los cielos! Parece que todo el estómago se me revolvió. ¡Pobre del pobre! ¡Cuándo vendrá la federal para que se acaben esas infamias! Otra cuerda que siempre resonaba en aquel centro político femenino era la del misterio.
No de vindicta de infamias inultas tu epifanía camino me traza; yo te adivino las ansias ocultas: quieres la suerte saber de tu raza. ¡Cómo decirte que un huésped ingrato, hábil en agios y en constituciones, rota la suya, mediante un contrato, es nuestro dueño por veinte millones!
Palabra del Dia
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