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Actualizado: 11 de junio de 2025
Y continuó soltando infamias contra la novia de Rafael, sin que éste se inmutase. El aperador deseaba verla así; sentíase de este modo más fuerte para resistir a la tentación. La Marquesita, completamente ebria, insistía en sus insultos con la ferocidad de la mujer despreciada, pero sin separarse de él. ¡Cobarde! ¿Es que no te gusto?...
En la angustia de su fisonomía vió que el desastre era inminente. ¿También él creía que su víctima había podido escaparse, á pesar de las precauciones tomadas y de las infamias cometidas? ¿No admitía que el Herbert Carlton pudiese ser otro que Jacobo?
Podía dar nuevas seguras y anticipadas de sus cóleras, de sus desmayos, de sus sonrisas, de sus más profundas palpitaciones. El monstruo le abría su seno líquido, como a un confidente leal: le decía cuánto se aburría en su prisión de granito, y qué ganas le acometían a veces, presenciando las infamias de los hombres, de precipitarse sobre la tierra, y barrer de una vez este asqueroso hormiguero.
Pero lograré armar un gran escándalo. ¡Ah, la señora de Villanera tiene en mucho su nombre! ¡Se han cometido infamias para el mayor lustre del apellido de los Villanera!
Yo, que vi la bellaquería del demandador, escandalíceme mucho y propuse de guardarme de semejantes hombres. Con estas vilezas e infamias que veía yo, ya me crecía por puntos el deseo de verme entre gente principal y caballeros.
Una lucha á aquella serie no interrumpida de vejaciones y de infamias, sufridas por su enemigo con la paciencia inalterable de un hombre que se da cuenta del peligro de que ha escapado y que se dice: "Habiendo evitado tal desdicha, puedo soportarlo todo con resignación." ¡Al fin, la señorita Guichard le permitía vivir!
El conde, pálido, desencajado, sin hacer el más leve movimiento, parecía la estatua de la desesperación. Al poco rato se tapó la cara con las manos y así escuchó hasta el fin. ¡Oh, qué infame! ¡oh, qué infame! murmuró sordamente. Sí, muy infame, pero aún espero serlo más. ¿Has oído todas estas infamias? Pues no son nada en comparación con las que haré.
Unos y otros hablan infamias de ella; debe, por consiguiente, a su mérito y a su virtud el haber perdido la reputación. ¿Qué quieres? ¡esa es la sociedad! ¿Y aquella de aquel aspecto grave, que se remilga tanto cuando un hombre se le acerca? Parece que tema que le vean los pies según se baja el vestido a cada momento. Esa ha entendido mejor el mundo. Esa corresponde con bufidos a todo galán.
Y no una señora curtida en achaque de aventuras, ni una doncellita boba temible por su misma ingenuidad, ni una astuta sabedora de todas las bajezas que el hombre es capaz de cometer antes, y de las infamias que hace después, nada de esto, sino que se trataba de una mujer incauta, inexperta, gozada y abandonada. Cierto que la dejó, pero sin escarnecerla ni despreciarla.
Palabra del Dia
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