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Los celos lo dominaban todo en su ánimo con fuerza incontrastable: pensaba que su astucia y el tiempo pondrían en claro cuanto se refería al cúmulo de infamias atribuidas a su amante; pero quería saber pronto, inmediatamente, si era verdad que Pepe amaba a otra mujer: lo demás tenía a sus ojos menor importancia.

Se trata, en esta que he traído de muestra, del casamiento de la infanta doña Ana, de ciertos tratos vergonzosos entre Bukingam y , de condiciones recíprocas, de infamias... ¿quieres que te la lea, don Francisco de Sandoval y Rojas? No, no; pero eso es imposible dijo el duque abalanzándose al secreter de la derecha y abriéndole.

Los banqueros tienen asegurado en las obras literarias un éxito de odio y de rechifla. Los personajes simpáticos son pobres, y dicen cosas muy hermosas sobre las infamias del «vil metal» y la necesidad de idealizar la vida. El arte literario sólo había dispuesto, según Maltrana, de cuatro resortes para mover sus criaturas: el amor, el odio, el hambre y el miedo.

No en qué consiste, pero casi siempre que se comete una infamia de ese jaez sale a relucir la religión. Como que su defensa es el origen de la guerra. Y así, a trabucazos, se hace propaganda de mansedumbre y caridad. Ordenadas esas infamias por militares, no tendrían disculpa; ¡conque figúrate siendo clérigos los autores! Se miente mucho.

Don Fadrique, con grande horror y disgusto, fué testigo ocular de los tremendos castigos que hizo nuestro Gobierno en los rebeldes. Pensaba él que las crueldades é infamias cometidas por los indios no justificaban las de un Gobierno culto y europeo. Era bajar al nivel de aquella gente semisalvaje.

Sus labios de carne de víbora, al posarse en mi frente, me dieron tanto asco y tanta risa, que no me atreví a increpar a Tucker por sus infamias.

Yo reconozco gritaba el capellán ahogándose , que soy un mal sacerdote; pero delante de no hay un judío sin vergüenza que se atreva a hablar mal de la Virgen. O se traga usted esas infamias o le rompo el alma... ahora mismo». No puede describirse lo que allí pasó. Voces, gritos, patadas, capas rotas, vasos volcados, terrones por el suelo.

Un joven había ganado a Facundo cuatro mil pesos, y Facundo no quiere jugar más. El joven cree que es una red que le tienden, que su vida está en peligro. Facundo repite que no juega más, insiste el joven atolondrado, y Facundo, condescendiendo, le gana los cuatro mil pesos y le manda dar doscientos azotes, por bárbaro. Me fatigo de leer infamias, contestes en todos los manuscritos que consulto.

No sabía accionar. Sus movimientos eran desproporcionados. No mantenía el cuerpo recto, ni las rodillas derechas, ni el pie izquierdo un poco trecho delante del otro, ni los hombros quietos, ni los brazos algo separados del cuerpo. Naturalmente estas y otras infamias iban nutriendo en el corazón de García un odio feroz.

D. Jeremías no podía estarse quieto mientras relataba tales infamias. Se sentaba, se alzaba, paseaba, manoteaba, chillando al mismo tiempo como un energúmeno. Timoteo sentía correr por sus venas un estremecimiento dulcísimo. A la agitación y cólera que reflejaba el rostro del presbítero oponía su semblante una placidez verdaderamente paradisíaca.