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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Comprendió que el mejor partido era no excitar su naturaleza indómita, esperar que la amistad o su mismo orgullo la impulsasen a la generosidad. Hizo un esfuerzo para reprimir sus ímpetus ante la mirada altiva y provocativa de su amiga y dijo con abatimiento: Pues , Clementina, te lo confieso. Tu marido tiene en su poder lo poco que poseo. Si lo pierdo me quedo sin una peseta.

Conócese en que igual eficacia emplea en las cosas improbables, que en las ciertas, lo que es propio de los que tienen imaginacion indómita.

Como veinte años antes de la historia que vamos narrando, llegaron a la ciudad donde sucedió, un caballero de mediana edad y su esposa, nacidos ambos en España, de donde, en fuerza de cierta indómita condición del honrado don Manuel del Valle, que le hizo mal mirado de las gentes del poder como cabecilla y vocero de las ideas liberales, decidió al fin salir el señor don Manuel; no tanto porque no le bastase al Sustento su humilde mesa de abogado de provincia, cuanto porque siempre tenía, por moverse o por estarse quedo, al guindilla, como llaman allá al policía, encima; y porque, a consecuencia de querer la libertad limpia y para buenos fines, se quedó con tan pocos amigos entre los mismos que parecían defenderla, y lo miraban como a un celador enojoso, que esto más le ayudó a determinar, de un golpe de cabeza, venir a «las Repúblicas de América», imaginando, que donde no había reina liviana, no habría gente oprimida, ni aquella trabilla de cortesanos perezosos y aduladores, que a don Manuel le parecían vergüenza rematada de su especie, y, por ser hombre él, como un pecado propio.

Los antiguos griegos y romanos la llamaron Trapobana, Lanca los indios, los árabes Serendib, y por último se llamó Ceilán. En sus Costas habían fundado los portugueses varios fuertes y factorías, desde donde procuraban dominar toda la isla. Reinaba en ella, sobre la raza indómita y guerrera de los singaleses, un rey tan valiente como astuto llamado Rayasinga.

El espectáculo nacional, animado y sangriento, estaba muy conforme con su naturaleza violenta, indómita. Cuando veía a otras señoras taparse los ojos o hacer otros melindres ante las peripecias de la corrida, reía sardónicamente, como si dudase de la sinceridad de su espanto.

El momento era crítico; la Naturaleza rugió con toda su indómita fiereza; sentía el calor de su rostro sobre el mío, su cuerpo tibio sobre mi pecho; sus lágrimas de fuego caían sobre mis labios, su piel candente me quemaba, perdí la razón por un momento, abrí los brazos, se me nublaron los ojos y en un segundo de locura, bramando de cólera y de pasión, me iba a arrojar sobre aquella mujer como en un precipicio, cuando un relámpago de la razón iluminó mi frente y pude detenerme en el borde del abismo a que me había arrastrado un instante la fuerza estúpida de la carne.

Sucedió esta durísima batalla que ensangrentó la granadina tierra el año mil trescientos diez y nueve, mañana de San Juan, triste y sangrienta para el cristiano bando, y venturosa para la gente indómita agarena: en Castilla reinaba Alfonso Onceno, y rey y emir de los alarbes era el terrible Ismail.

Mucho padecen, señor, como en esa sucinta relación se puede ver brevemente; pero les llena de un gozo indencible y de un consuelo inexplicable, el ver á costa de sus sudores, hijos de Dios, los que eran esclavos del demonio, y felices vasallos de un Príncipe como V. A. los que padecían una miserable libertad en la indómita servidumbre de su desdicha.

En Villalegre se gastaban corsés, y hasta era Juana la Larga quien mejor los hacía; pero la indómita Juanita nunca quiso meterse en semejante apretura ni llevar aquel cilicio que para nada necesitaba ella y que entendía que hubiera desfigurado su cuerpo.

Su madre, una mujer sencilla, había muerto como abrumada por la avalancha de millones que iba derrumbándose sobre su hogar; y Craven, preocupado por esta hija algo indómita que no le dejaba dedicarse con tranquilidad á sus negocios, la había metido en un colegio célebre para que fuese una gran señora como las que él había visto de lejos en las ciudades.

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