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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Mi compañero suspira, levanta los ojos al cielo, se pasa la mano por la ancha frente como para disipar una pesadilla terrible, cruza los brazos en las largas esperas de plato a plato como pidiendo a sí mismo serenidad y calma... Yo intento comer en silencio. ¿Lo consigo? Creo que no.
Durante las largas esperas del tren, sólo se veían militares en los andenes: soldados que corrían al escuchar la llamada de la trompeta para volver á ocupar su sitio en los rosarios de vagones que subían y subían hacia París. En los apartaderos, largos trenes de guerra esperaban que la vía quedase libre para continuar su viaje.
Si existe ese juez, de quien no quieres ocuparte, ¿esperas que se dará por satisfecho, si al llamarte á juicio le respondes: «¿y á mí qué me importaban vuestros mandatos, ni vuestra misma existencia?» Antes de desatar tu lengua con tan insensatos discursos, date una mirada á tí mismo; piensa en esa débil organizacion que el mas leve accidente es capaz de trastornar, y que brevísimo tiempo ha de bastar á consumir; y entónces siéntate sobre una tumba, recógete y medita.
JARIFA. ¡Ay, ojos claros y hermosos! ABIND. ¡Ay, divina hermana mía! JARIFA. ¡Ay, hermano mío gallardo! ABIND. ¡Qué nieve cuando más ardo! JARIFA. ¡Qué fuego entre nieve fría! ABIND. ¿Qué esperas, tiempo inhumano? JARIFA. Tiempo inhumano, ¿qué esperas? ABIND. ¡Ah, si mi hermana no fueras! JARIFA. ¡Ah, si no fueras mi hermano! ABIND.Señora, ¿de qué sabéis Que hermanos somos los dos?
Poco se te conoce. Porque me gusta más hablar a tiempo que hablar mucho. Pues ¿a qué esperas, alma de hielo? A que me saque el general el estanco en la villa, que voy a pedirle hoy mismo. ¡Acabaras, con dos mil demonios! exclamó Juana en un desahogo de insensata alegría.
Adiós, vida mía; no te enfades porque no te repita mil veces que te quiero. En decirte mis disgustos se me ha ido el rato. No tengo tiempo para más; pero ya sabes que te adora tu amantísimo, ¿Tardaréis muchos días en volver? ¿Cómo ha encontrado tu padre el distrito? ¿Esperas que a tu regreso podamos vernos con frecuencia?
Entre aquella multitud de papeles encontré uno que hirió mi vista; era el fragmento de una carta desgarrada. Sólo pude ver en él palabras sueltas, frases cortadas; pero la letra era de Teobaldo, y dirigida a Carlos. He aquí su contenido: »¿Qué buscas, pues?... ¿Qué esperas?... insensato... Seis meses de dicha... dices, ¡y luego morir!... ¡Morir, ingrato!... ¿Y ella?... porque no te hablo de mí...»
MÁXIMO. Cuando esté al blanco incipiente, me avisas. Está bien. MÁXIMO. Oye. Que nos preparen en la fábrica la batería Bunsen. Advierte que antes de dar luz necesito la dínamo grande para un ensayo. MARIANO. Bien. ELECTRA, MÁXIMO; después el OPERARIO. Pronto tendrás que ocuparte de la fusión, y yo... MÁXIMO. Y tú... naturalmente, volverás a tu casa... MÁXIMO. Tú oyes, callas y esperas...
Y Rafael, escondiéndose del padrino para galantear a su hija, aguardaba pacientemente a que un día se plantase el viejo delante de él, diciéndole con su campechana rudeza: «¿Pero qué esperas para llevártela, bobalicón? Carga con ella y que de salú te sirva». Comenzaba a amanecer. Rafael veía más claramente la cara de su novia al través de la reja.
Se ven en el mundo cosas muy extrañas añadió Pablo y la misericordia de Dios tiene así... ciertos exabruptos, lo mismo que su cólera. Vienen de improviso, después de largos tormentos y castigos, lo mismo que aparece la ira después de felicidades que parecían seguras y eternas, ¿no te parece? Sí, lo que tú esperas será dijo la Nela con aplomo. ¿Por qué lo sabes? Me lo dice mi corazón.
Palabra del Dia
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