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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Ayer monarca de los bosques eras, dispensador de sombra regalada, lecho hojoso del aura enamorada, bulliciosa ciudad de aves parleras. Hoy, triste, escueto, ni volver esperas a tu pomposa juventud pasada; de desnudéz imagen desolada, y esqueleto de muertas primaveras. Mas no llores tu verde lozanía, ni las ausentes auras voladoras, ni tu diadema de follaje vano.
Esto en mí es una enfermedad incurable, la dije: tratemos de ti... y tú... ¿qué esperas? ¿qué deseas? Yo... me contestó mirándome fijamente, pienso como pensaba hace seis años. ¡No recuerdo! Pienso buscar la paz y la felicidad en Dios. ¡Ah! ¡vuelves a lo del convento! Sí. Pero es extraño... ¿No amas? No. Eso es imposible. Una joven como tú...
El gitano, tranquilo hasta entonces, había sido simple espectador de aquella escena; pero al oír aquella voz bien conocida, exclamó: ¡Miserable carmelita, deja entrar a esos sacerdotes! soy yo, el gitano, quien los ha enviado a buscar para comunicarles mis últimas voluntades, para confesarme. ¿Qué esperas, pues?
¡Malditas! ¿Pero ese hombre, qué hace? Hará mucho, hará lo que pueda. Es pobre.... ¡Pobre! dijo él muy pensativo. ¿Y qué esperas de una persona que sólo podrá hacerte más infeliz? ¡Oh, juro que si ese joven no te corresponde, me la ha de pagar! Bozmediano se levantó.
Cae la tarde; el amigo a quien esperas, no viene; la mujer querida está lejos, y aún no te llaman para comer. Luego el tiempo cierra en lluvia; y tú, apoyada la frente en la vidriera del balcón, te aburres viendo la inmensa comba de agua que se desprende de las nubes.
Temblaban de miedo al entrar en ciertas gargantas en cuya oscuridad brillaba el fogonazo y silbaba la bala, al no obedecer ellos al ¡boca abajo! de los guardias emboscados. Algunos compañeros habían muerto en estos malos pasos. Además, los enemigos se vengaban de las largas esperas al acecho y de la inquietud que les inspiraban los caballistas, dando tremendas palizas a los de a pie.
Rapaza me dijo el hombre que se había detenido junto á mí , ¿cómo tan sola, siendo tan hermosa? ¿Esperas á tu amante? Yo no le contesté; pero mis ojos se llenaron de lágrimas. ¿Por qué lloras? me preguntó.
Me acordé que tenia que volver á Paris, y sentí dos cosas: repugnancia y temor, casi miedo. Soledad, encanto del triste, encanto de mi corazon, vírgen de mis pesares, vírgen de mi alma; si amas, si esperas algo en este mundo, dame tus amores y tus esperanzas. Si tienes dolores, si tienes misterios, dame tus misterios y tus dolores.
Palabra del Dia
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