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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Este desorden le hacía lamentar una vez más la escasez de personal. La servidumbre se levantaba tarde, á causa de sus esperas nocturnas. Por esto el coronel sentía la satisfacción de un gobernador de fortaleza que ve todas las poternas cerradas y siente las llaves en su bolsillo, las noches en que no faltaba ningún compañero del príncipe. Después de la comida escuchaban á Spadoni.

Luego adelantó, se sentó junto al brasero, y se puso á mirar de hito en hito á Dorotea. ¡Qué hermosa y qué engalanada estás, hija mía! la dijo ; de seguro no esperas al duque de Lerma. Para él no te atavías tanto. Este es el traje que he sacado en la comedia, y por cansancio no me lo he quitado todavía. No, no es eso; el duque te ha puesto hermosa para otro. ¡Ah! puede ser.

Las crueles esperas en días de corrida, la visita a los santos, las incertidumbres supersticiosas, todo lo aceptó como incidentes necesarios de su vida. Además, la buena suerte de su marido y la continua conversación en la casa de lances de lidia acabaron por familiarizarla con el peligro.

¿Dónde estará ese hombre? exclamó. Si lo deseáis dijo Luisa le enviaré á buscar. ¡Para largas esperas estoy yo!... dijo la Dorotea . Me ahogo aquí en este chiribitil... y me voy... decid cuando venga á vuestro marido que le espera en su casa la querida del duque de Lerma. ¡Ah! , del duque de Lerma, á quien sirve de correo vuestro buen marido, como le sirve de otras muchas cosas. Conque adiós.

Si todo lo esperas de ti mismo, si tienes bastante orgullo para suponer que llevarás a término una situación que ha desanimado a otros muchos más fuertes y que podrás permanecer sin tambalearte, en pie sobre una dificultad espantosa, ante la cual tantos corazones han desfallecido, tanto peor, repito una vez más, porque te creo en grave peligro, y te juro que ya no dormiré tranquilo.

Repitió su súplica en inglés, y ella lo miró entonces de abajo arriba, sin odio, sin escándalo, con extrañeza, como en presencia de un atentado a las buenas formas sociales, asombrada de la rapidez con que aquel hombre pretendía suprimir de golpe todas las esperas prudentes establecidas por la costumbre. Good night dijo fríamente.

Estragaíto del todo, querido... Figúrate que hace ya un mes que no puedo comer más que cosas frías. ¿Me quieres comer á ? Por lo frío podía pasar, pero eres demasiado duro. Mírame un ratito con esos ojillos puñaleros y me verás derretío. Te estoy mirando hace un año y no veo ninguna pringue en el suelo. ¿Á que no me esperas esta noche en la reja de tu casa? ¿Á que no echas conmigo un bailecito?

Estas esperas, cuando iba sola, como quiera que se alejaba de la casa, no dejaban de ofrecer algunos peligros. Por más que Gonzalo se los representaba, nunca quiso hacer caso. Desde niña había mostrado siempre una extraña serenidad, nada femenina, para desafiarlos.

Sin embargo, estoy seguro de que nunca le faltará media hora para venir a verte. ¿ lo quieres? No mucho, señor. ¿Pero quieres servir al Rey? , señor. Pues entonces, mándale a decir que le esperas junto a la gran piedra que hay en el camino de Zenda al castillo, a la salida del pueblo, mañana a las diez de la noche. ¿Piensa usted hacerle algún daño, señor? Ninguno, si hace lo que yo le ordene.

Las miradas de reojo decían ahora: la de Esteven: ¿No te vas todavía? ¿qué esperas? Ya habrás comprendido que nosotros somos como el aceite y el vinagre, y que si no te he echado de casa, ha sido por no dar escándalo, y de lástima de ver cómo te has agachado a pedir perdón... Es en balde, hija; nunca nos entenderemos nosotros... lo que yo siento, es no saber a qué has venido...

Palabra del Dia

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