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El ritual de sus supersticiosas creencias estaba circunscrito á pesadas salmodias en que relataban las virtudes y hazañas del que adoraban, repartiéndose en sus rezos, cual en sus fiestas, tortas hechas de arroz, pescado y frutas, las que comían con el atole, bebida espirituosa confeccionada con los jugos del coco.

En cuanto á la religión, ceremonias y ritos de que usan, se puede decir que es una de las más supersticiosas que hay entre tantas naciones de estas Indias Occidentales. Pero antes de referir lo que toca á su falsa religión, diré brevemente lo que tienen de la verdadera, bien que mezclados con muchos errores y fabulosas invenciones.

Los criados comentan en voz baja, graves, lentos, reunidos a la redonda de la cesta llena de mazorcas, y sus voces supersticiosas, parece que van en la oscuridad, de un misterio hacia otro misterio. Y los pasos vienen y van. ANDREI

Dorotea era violenta; tenía, como la mayor parte de las gentes poco instruídas de aquel tiempo, ideas sumamente supersticiosas; ya, por alguno de sus amantes, la había visto el bufón recurrir á los medios reprobados de bebedizo, de los conjuros, de las hechicerías; si la superstición de Dorotea llegaba hasta el punto, como no era difícil, de querer adquirir la mentida ciencia de la adivinación y de los sortilegios, podía suceder que la Inquisición, implacable con todo lo que tendía á empañar la fe de la religión, se apoderase de ella.

Pasó la mañana sin los vagos temores y las preocupaciones supersticiosas de otras veces.

Los anteriores males fueron venciéndose, contrarrestándose unas veces la fuerza con la fuerza, é interponiendo otras la convicción en medio de las supersticiosas creencias. No contentos los jesuítas con la aparente sumisión de la isla de Guajan, se extendieron al Norte, en donde descubrieron nuevas islas siendo las principales las nombradas Saipan y Zarpana, ó sea Rota.

Eran dos ignorancias obstinadas y supersticiosas, creando todo un mundo; el mundo en que debia vivir el hombre, el sér que piensa y siente, el sér que raciocina y ama, el sér que crea tambien, la hechura más noble, la concepcion más sábia de la suma sabiduría, el poder más grande que dió á luz el Todopoderoso; el único poder creado, capaz de conciencia, capaz de convencerse, capaz de arrepentirse, capaz de bajar la cabeza y suspirar; el hombre, la criatura que llora y que espera.

Durante toda la noche, este propósito pareció flotar sobre la laguna negra de su sueño. ¡Había que arrimarse! Y a la mañana siguiente, la resolución firmísima persistió en su pensamiento. Se arrimaría, asombrando al público con sus audacias. Era tal su ánimo, que marchó a la plaza sin las inquietudes supersticiosas de otras veces.

Preguntadle al gaucho, a quien matan con preferencia los rayos, y os introducirá en un mundo de idealizaciones morales y religiosas, mezcladas de hechos naturales, pero mal comprendidos, de tradiciones supersticiosas y groseras.

Ana había notado que todas las tardes se encontraban con don Tomás Crespo, el íntimo de la casa, y un caballero que se la comía con los ojos. Don Tomás era una de las pocas personas a quien ella estimaba de veras, por ver en él prendas morales raras en Vetusta, a saber: la tolerancia, la alegría expansiva, y la despreocupación en materias supersticiosas.