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[23.] Las palabras transmision ó comunicacion del movimiento, que tanto se usan en la física, expresan una realidad, en cuanto se limitan al fenómeno sujeto á cálculo; pero significarian un absurdo, si se las entendiese en el sentido de que el mismo movimiento que se hallaba en un cuerpo, ha pasado á otro. La suma de las cantidades de movimiento despues del choque de los cuerpos duros, es la misma que antes; y esto se verifica repartiéndose entre ellos la velocidad, perdiendo el uno, y ganando el otro. Así lo enseña el cálculo, y lo atestigua la experiencia. Pero es evidente que no puede suceder que la misma velocidad individual que estaba en el cuerpo chocante se haya trasmitido al chocado; pues lejos de que la velocidad sea separable del cuerpo, pasando de un sujeto á otro, ni siquiera se la concibe sino como una relacion en cuya idea entran las del cuerpo movido, del espacio y del tiempo. Es verdad que siendo Q la cantidad del movimiento antes del choque, el valor de Q permanece constante despues del choque; pero esto solo expresa el fenómeno con relacion á sus efectos, en cuanto sujeto á cálculo; pero que la velocidad que entra en el segundo miembro de la ecuacion sea formada de las partes de las anteriores. Sean A y B dos cuerpos, con cuyas letras expresaremos sus masas, y V, v, sus velocidades respectivas antes del choque. La cantidad del movimiento será Q = A

Cargamentos enteros de negros arrojados al agua para librarse del crucero que le daba caza; los tiburones del Atlántico acudiendo a bandadas, haciendo hervir las olas con su fúnebre coleteo, cubriendo el mar de manchas de sangre, repartiéndose a dentelladas los esclavos, que agitaban con desesperación sus brazos fuera del agua; sublevaciones de tripulación contenidas por él solo a tiros y hachazos; raptos de ciega cólera en los que corría por cubierta como una fiera; hasta se hablaba de cierta mujer que le acompañaba en sus viajes, la cual, desde el puente, fue arrojada al mar por el iracundo capitán después de una disputa por celos.

Román murió, ya en los tiempos de la república, repartiéndose entre sus herederos una fortuna que se estimó en más de cincuenta mil pesos. Una de las cláusulas de su testamento, que hemos leído, señala durante veinticinco años la suma de treinta pesos al mes para misas en sufragio del alma de Ovillitos.

Por acuerdo capitular de 20 de Febrero de 1636, fue nombrado el hermano Pedro Diaz de Villamayor «para que encomiende las benditas ánimas del purgatorio todas las noches á las horas acostumbradas repartiéndose por todo el lugar desde la oración del ave maria hasta que hayan tocado conforme á la costumbre y gane lo que han llevado «sus antecesores» y este nombramiento hace la ciudad por el tiempo que sea «su voluntad» . La frase subrayada indica que era vieja la costumbre de que la ciudad pagase rezadores.

Don Andrés Rubio había, digámoslo así, hecho a don Paco; y así como le había hecho, podía deshacerle. No le faltarían para ello persona o personas que reemplazasen a don Paco, repartiéndose sus empleos, si una sola no era bastante a desempeñarlos todos con igual eficacia y tino.

El ritual de sus supersticiosas creencias estaba circunscrito á pesadas salmodias en que relataban las virtudes y hazañas del que adoraban, repartiéndose en sus rezos, cual en sus fiestas, tortas hechas de arroz, pescado y frutas, las que comían con el atole, bebida espirituosa confeccionada con los jugos del coco.

Y terminada la revolución, al verse vencedores los enemigos de la tiranía, se dieron buena prisa en acabar con el «triste Chactas», pasándolo a cuchillo en muchos países de nuestra América, quemando sus tolderías, repartiéndose a sus hijos, o mezclándolo en las luchas civiles para que fuese carne de cañón. Otra vez volvieron a hablar de los primeros conquistadores.

Para hacer penitencia iríase al monte, donde tiene un gran pazo. Allí guarda cinco mozas, y no iría si está talmente arrepentido. ¡Escuchad la voz de los hijos en la casona! ¡Vanse a matar! ¡Pelean haciendo las participaciones! ¡En la gran Jerusalén, hace cientos de años, oyéronse estas mismas voces, que las daban los judíos, repartiéndose la túnica de Nuestro Señor Jesucristo!

Por real cédula de 11 de Enero de 1593 se otorgó privilegio especial á los vecinos de Manila para que pudieran despachar todos los años al puerto de Acapulco dos naves, repartiéndose entre aquellos por medio de vales el tonelaje de carga, formándose de esta suerte la razón social llamada La nao de Acapulco.