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Tras esto suelen poner en dudas sus esperanzas á los príncipes cuyos ánimos tienen ya penetrados, diciéndoles que tienen escogidos medios para conseguir sus intentos, y que tengan efecto sus pensamientos; pero cuando ya ellos han sacado su interés propio, considerando que la demasiada grandeza de aquel príncipe les pudiera ser algun dia de perjuicio y daño, alargan lo mas que pueden la práctica de aquel negocio, como hacen los abogados en los pleitos, y despues con destreza y maravilloso artificio, volviendo la hoja, deshacen y arruinan totalmente aquel negocio al cual ellos habian dado principio.

De esa gloria que has soñado no pueden salir héroes, sino charlatanes y bandoleros. La gloria consiste en cumplir el deber. Pues yo cumplo mi deber tratando de emancipar á mis hermanos de una odiosa tiranía, diciéndoles y probándoles que son libres, iguales ante Dios y ante la ley. El primero de los deberes es obedecer lo que la ley te mande. ¿Ciegamente? Ciegamente.

Un día asombraba a sus amigos manifestándoles que se pensaba muy seriamente en establecer un puente flotante entre Europa y América, por el cual se podría ir en ferrocarril al Nuevo Mundo; otro, los dejaba atónitos diciéndoles que se estaba construyendo un telescopio que traería la luna a media legua de distancia, con el que podríamos percibir si en este satélite había seres movientes; otro, les llenaba de admiración noticiándoles que en los Estados Unidos habían trasladado entera una catedral de un pueblo a otro, por medio de la presión hidráulica.

Llamó, pues, un día á doce de los más fervorosos cristianos, y de igual ánimo en los peligros, y con gran copia de razones les exhortó á que quisiesen ser sus compañeros en aquella empresa, diciéndoles que en el cielo les daría Dios el galardón de lo que por su amor padeciesen; que debían procurar el bien de los otros y moverse á compasión de tantas almas oprimidas de la tiranía del demonio, de quien ellos, por la misericordia divina, habían sacudido el yugo; que no se espantasen de los trabajos y riesgos que se les ofrecían porque corría por cuenta del cielo el librarlos de ellos; fuera de que él sería el primero en exponerse á los peligros y ellos en su seguimiento vendrían pisando sus huellas; él tantearía primero los vados de los ríos, se arrojaría por los pantanos, echaría mano del hacha, y si osasen acometerlos los bárbaros, él se ofrecería á servirles de escudo.

Y, puesto en pie en el barco, con grandes voces comenzó a amenazar a los molineros, diciéndoles: -Canalla malvada y peor aconsejada, dejad en su libertad y libre albedrío a la persona que en esa vuestra fortaleza o prisión tenéis oprimida, alta o baja, de cualquiera suerte o calidad que sea, que yo soy don Quijote de la Mancha, llamado el Caballero de los Leones por otro nombre, a quien está reservada por orden de los altos cielos el dar fin felice a esta aventura.

Con esto, se fue la Pipota, diciéndoles: Holgaos, hijos, ahora que tenéis tiempo: que vendrá la vejez y lloraréis en ella los ratos que perdistes en la mocedad, como yo los lloro; y encomendadme a Dios en vuestras oraciones; que yo voy a hacer lo mismo por y por vosotros, porque El nos libre y conserve en nuestro trato peligroso sin sobresaltos de justicia. Y con esto se fué.

Y diciéndoles adiós con la mano y haciéndoles al mismo tiempo seña de que no le siguiesen, se metió en la estación uniéndose a la multitud que en aquella hora la llenaba. ¡Nada! ¡nada! ¡nada! murmuraba reclinado en el fondo de un coche mientras la locomotora le arrastraba velozmente al través de los campos adustos, melancólicos que cercan a Madrid.

Volvió á abrazarles Torquemada, diciéndoles con melosa voz: «Hijos míos, sed buenos y que os aproveche el ejemplo que os doy. Favoreced al pobre, amad al prójimo, y así como yo os he compadecido, compadecedme á , porque soy muy desgraciado. Ya dijo Isidora, desprendiéndose de los brazos del avaro, que tiene usted al niño malo. ¡Pobrecito! Verá usted cómo se le pone bueno ahora....

Ni aun esto les permitió, diciendo que quería morir por Cristo, y les exhortó con palabras ardientes á sacrificar á Dios sus vidas, diciéndoles: Si nuestros trabajos y sudores no han sido suficientes para conducir al fin deseado esta empresa, lo supliremos á lo menos con la sangre; que no podían hacer obra más agradable á Dios ni á mismos más provechosa, que perder la vida en testimonio de aquella fe que profesaban; que no perdiesen aquella corona que se les ofrecía y que tantos andaban buscando sin tener la suerte de encontrarla; y que se verían en breve eternamente felices en el cielo, con sólo ofrecer de buena voluntad sus cabezas á las macanas de los Payaguás.

Dende á tres días los tornó a juntar diciéndoles que entre ellos eligiesen seis Capitanes para que uno de ellos gobernase si acaso matasen á él y al Gobernador Barahona. A esto dieron por respuesta que hiciese él la elección de los seis Capitanes como mejor le pareciese.