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Actualizado: 10 de octubre de 2025
29 No los echaré de delante de ti en un año, para que no quede la tierra desierta, y se aumenten contra ti las bestias del campo. 32 No harás alianza con ellos, ni con sus dioses. 1 Y dijo a Moisés: Sube al SE
Y había tal sinceridad en esta confesión de amor, que Leonora, cada vez más conmovida, se aproximaba a él, caminaba pegada a su cuerpo sin darse cuenta y sonreía levemente, repitiendo su frase, mezcla de afecto maternal y de lástima. ¡Pobre Rafael!... ¡Pobrecito mío! Habían llegado a la verja que daba entrada al huerto. La avenida estaba desierta.
10 Porque la tierra está llena de adúlteros; porque a causa del juramento la tierra está desierta; las cabañas del desierto se secaron; la carrera de ellos fue mala, y su fortaleza no derecha. 11 Porque así el profeta como el sacerdote son fingidos: aun en mi Casa hallé su maldad, dijo el SE
Benedicta, realizada su venganza, dió vuelta a la llave y lo sacó del encierro. Si aspiras a mi amor le dijo empieza por ser mi cómplice. El premio lo tendrás cuando este cadáver haya desaparecido de aquí. La calle está desierta, la noche es lóbrega, el río corre en frente de la casa... Ven y ayúdame.
El hombre herido no debe fiarse de aquellos roedores. Cuéntase que en una isla desierta se comieron á varios de los marineros que llevaba Drake, los cuales se vieron asaltados, vencidos por sus bullidoras legiones. Ningún ser viviente puede vencerlos con armas iguales.
Y tal vez, por último, el autor hubiera arreglado el negocio de manera que Pepita y su vacilante admirador hubieran tenido que hacer un viaje por mar, y aunque ahora no hay piratas o corsarios argelinos, no es difícil inventar un buen naufragio, en el cual don Luis hubiera salvado a Pepita, arribando a una isla desierta o a otro lugar poético y apartado.
Todo cuanto le rodeaba se le aparecía bajo los más tristes y negros colores; la bahía, desierta y solitaria, parecía más solitaria todavía por los pocos vapores que en ella fondeaban; el sol iba á morir detrás de Mariveles, sin poesía y sin encantos, sin las nubes caprichosas y ricas en colores de las tardes bienaventuradas; el monumento de Anda, de mal gusto, mezquino y recargado, sin estilo, sin grandeza: parecía un sorbete ó á lo más un pastel; los señores que se paseaban por el Malecon, apesar de tener un aire satisfecho y contento, le parecían huraños, altivos y vanos; traviesos y mal educados, los chicos que jugaban en la playa haciendo saltar sobre las ondas las piedras planas de la ribera, ó buscando en la arena moluscos y crustáceos que cogen por coger y los matan sin sacar de ellos provecho, en fin hasta las eternas obras del puerto á que había dedicado más de tres odas, le parecían absurdas, ridículas, juego de chiquillos.
Observé siempre que Gloria estaba más dispuesta a bailar que a cantar. Punteó y rasgueó la guitarra un momento y de improviso lanzó el grito prolongado, vibrante, apasionado, con que comienzan los cantos andaluces. El aire dormido se estremeció, y sobre sus alas invisibles arrastró aquel grito a través de la campiña desierta.
Aquella noche misma escribió al marqués la buena noticia. Pasaron días, siempre bonancibles. Proseguía Sabel mansa, Primitivo complaciente, Perucho invisible, la cocina desierta. Sólo notaba Julián cierta resistencia pasiva en lo tocante al gobierno de los estados y hacienda del marqués. En este terreno le fue absolutamente imposible adelantar una pulgada.
Desgraciadamente, en esta casita de la calle de Moreno, en cuyo umbral se había sentado Pampa, no se veía tras los visillos más que la figura acartonada de misia Casilda, en las tardes de los días festivos... La calle, con ser central y la hora temprana, estaba desierta; el frío era crudísimo.
Palabra del Dia
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