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Actualizado: 10 de octubre de 2025
Era el marqués en extremo peludo, y la reina Isabel solía llamarle Robinsón Crusoe, porque, según aseguraba, sólo con la cara de su ministro plenipotenciario podía figurarse al famoso náufrago vestido de pieles en su isla desierta.
Isagani vió que su amigo se alejaba con la precipitacion que denotaba un verdadero terror y siguió mirando hácia la fascinadora ventana, como el caballero de Toggenburg esperando que se asome la amada, de que nos habla Schiller. En aquel momento la sala estaba desierta; todos se habían ido á los comedores. A Isagani se le ocurrió que los terrores de Basilio podían ser fundados.
Toda la costa parece que está desierta, ni hay indios en parte alguna cerca del mar, desde el Cabo de San Antonio al Cabo de las Vírgenes: porque siendo la tierra de la costa salitrosa é infructífera, no tienen de que mantenerse; y si en alguna parte los hubiera, hubieran estos navegantes visto algunos fuegos, ó humaderas en las partes donde surgieron y saltaron en tierra.
Una playa de pinares: En aquella vastedad desierta, el viento y el mar juntan sus voces en un son oscuro y terrible. La barca, con el velamen roto, ha dado de través en los arrecifes de la orilla, y un marinero salta a reconocer la tierra. El patrón habla desde a bordo. Este arenal paréceme que debe ser el arenal de Las Inas. Busca a ver si descubres el Con del Frade.
Allí quedaba, silencioso, tranquilo, el que había sido su paraíso en la tierra. Jamás, jamás volvería a entrar en él. ¡Cuánta felicidad deshecha en un instante! Tomó la maleta que había dejado caer al suelo y emprendió de nuevo la carrera. Los sollozos le rompían el pecho, las lágrimas le cegaban. Así marchaba aquel hombre al través de la noche desierta en busca de Dios.
De veras que debí darle la peseta... ¡Pobrecilla! Si mañana tuviera tiempo, la buscaría para dársela». El reloj de la Puerta del Sol dio la hora. Después Moreno advirtió el profundísimo silencio que le envolvía, y la idea de la soledad sucedió en su mente a las impresiones musicales. Figurábase que no existía nadie a su lado, que la casa estaba desierta, el barrio desierto, Madrid desierto.
No quise levantar la vista del suelo, porque temía desfallecer; mas el silencio pavoroso y extraordinario que observé en torno mío, incitome a alzar los ojos. ¡Qué sorpresa y qué ventura! La calle estaba desierta. Fuera del cortejo que me rodeaba, ni una sola figura humana veíase cerca ni lejos.
Al seguir una revuelta del río se abrió la superficie de éste ante sus ojos, formando una laguna tranquila y desierta. En último término, donde se estrechaban sus orillas aprisionando y alborotando las aguas, vió los férreos perfiles de varias máquinas elevadoras, así como las techumbres de cinc ó de paja de una población.
Una vez que se desciende completamente á la llanura, el terreno, sin ninguna de esas inflexiones que lo hacen pintoresco, no es mas que una pampa de cereales casi totalmente desierta.
Una noche, regresando solo por una calle desierta, vi delante de mí al personaje vestido de negro, con el paraguas debajo del brazo, el mismo que en mi cuarto tranquilo y feliz de la travesía de la Concepción, me hiciera a un «tilín-tín» de campanilla, heredar tantos despreciables millones.
Palabra del Dia
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