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¡Hija! ¡Cualquiera se te atreve! ¡Eres una fierecita! ¡Y hasta fuerza en los puños descubres en esos momentos! ¡Diantre! Vete ordenó Nucha recobrando su seriedad .

Una playa de pinares: En aquella vastedad desierta, el viento y el mar juntan sus voces en un son oscuro y terrible. La barca, con el velamen roto, ha dado de través en los arrecifes de la orilla, y un marinero salta a reconocer la tierra. El patrón habla desde a bordo. Este arenal paréceme que debe ser el arenal de Las Inas. Busca a ver si descubres el Con del Frade.

-Si no me descubres, Sancho -respondió el peregrino-, seguro estoy que en este traje no habrá nadie que me conozca; y apartémonos del camino a aquella alameda que allí parece, donde quieren comer y reposar mis compañeros, y allí comerás con ellos, que son muy apacible gente.

Descubres, respondió, tu boberia, Que ha que la tratas infinitos años, Y no conoces que es la Poesia. Siempre la he visto envuelta en pobres paños, Le repliqué: jamas la vi compuesta Con adornos tan ricos y tamaños: Parece que la he visto descompuesta, Vestida de color de primavera En los dias de cutio y los de fiesta.

Sois como delegados del Sumo Repartidor de bienes, para que de lo vuestro deis una parte a los que nada tienen. »Que no se conozca nunca que has sido pobre, pues si descubres por entre tus sedas el paño burdo de tus primeros años, habrá tontos que se rían de ti. Instrúyete bien en las cosas que no has podido aprender en la pobreza. eres lista y harás grandes progresos.

Fija bien en ella tu vista, cruel anciano. ¿Qué descubres entre las copas de la arboleda? ¡Oh intenso y bárbaro placer! Son los cadáveres de Emila y Jeremías, tostados y desecados por el sol de otoño, con sus cortadas cabezas clavadas en los troncos ó hincadas en las puntas de las ramas.

Y cuando descubres que son palabras, blasfemas y maldices. En tanto el pobre asturiano come, bebe y duerme, y nadie lo engaña; y si no es feliz, no es desgraciado, no es al menos hombre de mundo, ni ambicioso, ni elegante, ni literato ni enamorado. Ten lástima ahora al pobre asturiano. me mandas; pero no te mandas a ti mismo.

Así, nuestra imaginación arrastrada en el sublime vuelo de tu musa, ¡oh divino Klopstock!, y recorriendo sobre sus huellas los espacios que has poblado, se extraña de los milagros que le rodean y se detiene sobrecogido de espanto ¡Con qué magnificencia reúnes bajo nuestros ojos todo lo que la poesía tiene de maravilloso, lo mismo cuando nos introduces en los consejos del Altísimo en que los ángeles celebran los misterios del cielo y los querubines, penetrados de un religioso temor, agitan en su huida sus alas de oro, que cuando nos descubres las grutas tenebrosas de los infiernos, evocas, con una autoridad increíble, esos ángeles vencidos que una eterna venganza persigue con eternos tormentos, trémulos bajo sus cadenas ardientes y sus rocas calcinadas, o nos transportas al gran sacrificio del Gólgota en que el Creador del mundo se abandona a las angustias de la agonía para redimir a sus verdugos!

"No yo eso", le respondí. "Sin duda -dicen ellos- esta noche lo deben de haber alzado y llevado a alguna parte. Señor alguacil, prended a este mozo, que él sabe dónde está." En esto vino el alguacil, y echóme mano por el collar del jubón, diciendo: "Mochacho, eres preso si no descubres los bienes deste tu amo."

Y si no, pongo por caso: si , que estás enterado de todo, a causa de tu gran tino para la guerra, descubres lo que hace el ejército de Andalucía y llega a oídos del francés, puede aprovecharse de la noticia, y entonces... ¡Qué ha de aprovecharse, mujer, ni qué entiendes de estas cosas! Al contrario, yo quiero que el Sr. de Santorcaz vaya con el cuento. Y también en Castilla...