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Actualizado: 1 de julio de 2025
¡Oh adorado señor! enloquecida Leila exclamó, resplandeciente en fuego: humilde, á tu mandato sometida, sin otro bien que tú para mi vida, ¿cómo negarme á tu anhelante ruego? ¡Mira, atiende, señor! tan tuya soy, tal te idolatra el pensamiento loco, á tu merced tan entregada estoy, que del amor que á tu delirio doy para decir lo inmenso todo es poco.
Esa noche, el alma del mancebo irguiose en el delirio. Costole mucho dormirse, y su sueño fue un tumultuoso desfilar de triunfos, de tesoros, de mujeres enjoyadas y lúbricas.
Miguel de Zuheros tuvo entonces una visión extraña de tal consistencia, que le pareció realidad y no delirio de la mente. Podría ser espejismo, algo cuya causa él no se explicaba, pero algo que estaba fuera de él: que era real y no imaginado. A no mucha distancia de su nave, vio Morsamor otra nave que navegaba a toda vela con próspero viento y en dirección contraria.
Tú quieres saber el principio de este delirio... pues oye la historia. Una tarde paseaba con mi padre por las calles de frutales del huerto espacioso donde moramos, y que el Rey cedió a su antiguo amigo para alivio de su enfermedad, y recreación en su tristeza.
Porque resultaba victoriosa, en el fondo, puesto que Roussel había tenido que hacer acto de contrición, y en la forma, porque obtenía públicamente el laurel de la victoria. Tuvo un instante de orgulloso delirio y cuando Roussel la besó con galantería el extremo de los dedos murmuró: ¡Ah! Roussel, si hubieras querido!
»A esta dicha inesperada para él, Carlos lanzó un grito de alegría, levantó las manos al cielo y cayó a mis pies, presa de un delirio que me hizo temblar por su razón y por su vida. Habituado, hacía mucho tiempo, a luchar con el dolor, su corazón no estaba dispuesto para recibir tan agradable impresión, y, demasiado débil para soportarla, sucumbió al exceso de su felicidad.
Un botánico atacado del delirio de las clasificaciones no hubiera coleccionado con tanto afán como ella todas las flores bonitas que le salían al paso, dándole la bienvenida desde el suelo con sus carillas de fiesta. Con lo recolectado en media hora adornó todos los ojales de la americana de su primo, los cabellos de la Nela, y por último, sus propios cabellos.
Morir, sí; él había leído esto muchas veces en las novelas sin poder contener una sonrisa. Ahora ya no reía. Había pensado algunas noches, en la turbación del delirio, terminar aquel amor de un modo trágico. La sangre de su padre, violenta y avasalladora, hervía en él. Si llegaba a convencerse de que nunca sería suya, ¡matarla para que no fuese de nadie, y matarse él después!
Momentos habia en que despues de un gran delirio, gozaba de alguna razon, y se lamentaba de que habian arrancado la corona de sus sienes, y no contentos sus enemigos con un rapto de este género, la habian sepultado en un calabozo tan hediondo y custodiada por un carcelero tan despreciable.
En el fondo de alguna cueva estaba la víctima, rota de cansancio, sacudida por el delirio, viendo todavía la sucesión de asaltantes brutales con el rostro dilatado por un entusiasmo simiesco. El grupo miserable tendía en círculo sus manos hacia aquel hombre cuya riqueza conocían todos.
Palabra del Dia
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