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Encuéntrase aquí la enfermedad de los dos Príncipes; la repentina aparición de San Bartolomé al Rey, estando cerradas las puertas, y, por último, el delirio de Irene, acerca del cual Abdias dice lo siguiente: «Teniendo Polynio una hija loca, llegó á su noticia este exorcisador de demonios, y lo hizo buscar, y le suplicó de esta manera: «Mi hija es atormentada horriblemente, etc

Admiró la hermosura del cielo y se estremeció con repugnancia al ver una rana. Todo lo que es bello le produce un entusiasmo que parece delirio: todo lo que es feo le causa horror y se pone a temblar como cuando tenemos mucho miedo. Yo no debí parecerle mal, porque exclamó al verme: «¡Ay, prima mía, qué hermosa eres! ¡Bendito sea Dios que me ha dado esta luz con que ahora te siento

Vi de reojo que me miraba aún. ¿Qué murmuró. ¿Qué... qué? repetí. ¿Qué le dije? Tampoco me acuerdo ya... , se acuerda... ¿Qué le dije? No , le aseguro... , sabe... ¿Qué le dije? ¡Veamos! me eché de nuevo sobre la mesa. Si Vd. no recuerda absolutamente nada, puesto que todo era una alucinación de fiebre, ¿qué puede importarle lo que me haya o no dicho en su delirio? El golpe era serio.

Todos los días oíamos decir: «Mañana viene el ejército», o «Ya ha salido de Utrera, ya está en Carmona...» Pero pasaban los días y el ejército no venía. En tanto, en Córdoba no cesaban los trabajos. Si no tienen ustedes idea de lo que es el delirio la guerra, entérense de aquello.

Bien dice el Ecclesiastes: «Cada cosa tiene su tiempo y sazón, y es mucha la aflicción del hombre». Capítulo XXII El delirio

No sólo excusaba aquel delirio de venganza, extravío de un espíritu ulcerado, de una madre enloquecida hasta la desesperación, sino que lo aprobaba y lo comprendía, y se regocijaba por ser su ciego instrumento. Otra había hecho la tarea que repugnaba a su natural lealtad; no tenía más que lavarse las manos.

Enfermó gravemente, y en el delirio de la fiebre se imaginaba ver a Judit apareciéndosele por última vez y dirigiéndole su última despedida; en vano, trataría de repetir a ustedes las tiernas y conmovedoras frases que con tal motivo le dirigió... Judit era su único pensamiento, su idea fija... En esto consistía el mal que le mataba.

Permítannos los hijos de Teruel y sus comprovincianos que deploremos su estado en esta digresión, somos aragoneses, nacidos en Zaragoza, y deseamos con toda nuestra alma, que tanto aquella ciudad siempre heroica que con delirio amamos, como las de Huesca y Teruel, no degeneren en nada de lo que fueron en otro tiempo, y sigan con la nobleza de carácter que las distingue, el camino de la gloria científica, artística y militar que la legaron sus mayores, triple gloria que constituía el mas rico florón de la antigua corona Aragonesa.

Antes de esa edad corremos el riesgo de dejarnos llevar de impresiones fugaces y transitorias. A los 25 años nuestro espíritu ha logrado ya cierto grado de serenidad y nuestros sentidos una dulce calma que no conturba nuestros juicios. Antes, todo es emoción indisciplinada, torbellino de sensaciones, exaltación sin fundamento, inconsciencia, capricho, delirio.