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La víctima lucha; interrumpe con un sarcasmo acerado; Gladstone, en señal de acceder a la interrupción, toma asiento rápidamente; pero, al ver caer el dardo a sus pies, como si hubiese sido arrojado por la mano cansada del viejo Priamo, lo toma a su vez, y, con el brazo de Aquiles, lo lanza contra aquel que deja clavado e inmóvil por muchas horas. ¡Oh! ¡la palabra!

Fuiste envidioso, descuidado y tardo, Y á las Ninfas de Henares y Pastores, Como á enemigos les tiraste un dardo, Y tienes tu poetas tan peores Que estos en tu rebaño, que imagino Que han de sudar, si quieren ser mejores. Que si este agravio no me turba el tino, Siete trobistas desde aqui diviso, A quien suelen llamar de torbellino,

»El amor del descreído es inmenso. El descreído consagra a un objeto despreciable toda la fuerza de amor con que procura el creyente elevarse a su ideal divino. »En fin, ¿para qué cansarte? He vagado como una fiera mansa que lleva clavado en el pecho un dardo envenenado. De noche he vagado; de día he estado oculto. Tengo vergüenza de que la gente me vea.

Expulsada de aquellos sitios por su propia delicadeza y buen gusto, solía dirigirse hacia el Norte y acercarse a la Puerta del Sol «para respirar un poco de civilización». Pero no se aventuraba mucho por los barrios del centro, porque la vista de los escaparates, llenos de objetos de vanidad y lujo, le causaba tanta pena y desconsuelo, que era como si le clavasen un dardo de oro y piedras preciosas en el corazón.

El gemido del agua se pierde en una vaguedad por la senda de las acacias; y las ruinas adquieren, bajo la luna, esplendor de remotas aristocracias. Estas grises estátuas han visto acaso la pareja, de rosas engalanada, esfumarse en túpidos fondos de raso; y lucir como un dardo de amor y celo, en la noche de estrellas, embalsamada, el puñal veneciano de algún Otelo... Abril, 1922.

El celoso marido no sosiega, sin embargo, ni aun estando en la prisión su rival, puesto que sus amorosas canciones son repetidas por todos, y fuera de atraviesa el pecho del cantor arrojándole un dardo á través de las rejas de su prisión. En La Carbonera, según todas las apariencias, hay una juiciosa mezcla de la ficción con la historia.

Saltó Lucía, recostándose en el ligero vehículo, y Artegui se acomodó a su lado, ordenando: Camino de Biarritz. Salió el carruaje veloz como un dardo, y Lucía cerró los ojos, gozando en no pensar, en sentir las rápidas caricias del viento, que echaba atrás las puntas de su corbata, los undívagos mechones de su cabellera. Pintoresco y ameno, el camino merecía, no obstante, una mirada.

Pero probados ya el tiro al blanco y el de distancia, voy á demostraros á mi vez cómo el arco gana á la ballesta en fuerza de penetración. ¿Véis aquel escudo, en la altura? Es de roble recubierto de cuero. Clavad en él vuestro dardo lo más profundamente que podáis. Allá va, dijo el ballestero, á quien imitó Simón después de ensebar con cuidado la punta de su flecha.

Sólo D.ª Marciala sonreía frente a él aplaudiéndole. En Obdulia el dardo produjo aún impresión más dolorosa que en su confesor. Sintiose invadida por un frío extraño acompañado de ligero temblor; luego fuertes llamaradas de calor le subieron al rostro y con ellas un vivo irracional deseo de lanzarse sobre D. Narciso y arañarle. Costole trabajo inmenso dominar sus ímpetus.

¡Bravo, Yonson! exclamaron los arqueros. ¡Cuatrocientos veinte pasos! dijo un ballestero que con Arnaldo acababa de medir la distancia exacta y llegó corriendo al grupo. Pues ahora veréis cómo vuela un buen dardo del Brabante, dijo tranquilamente el ballestero. ¡Por la cruz de Gestas! gruñó Tristán, ha caído cerca de la quinta pica. ¡No, más allá, más allá! gritaron entusiasmados los flamencos.