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Actualizado: 19 de julio de 2025


E otrosí los judios vestidos como cristianos danzando, é bailando con cintas de plata ceñidos, é sus juglares delante dellos, é ansí todos los dias de la dicha fiesta venian a por las calles faciendo sus alegrias, fasta entrar en los palacios del dicho Señor Rey

«Bailen, corran; la casa es de ustedes, niñas queridas» decía Thiers sin apartar la vista de los átomos que pegaba sobre el vidrio; y ellas lo tomaban tan al pie de la letra que corrían danzando de Gasparini a la Saleta y a saltos se metían en el Camón y en Columnas. Pues digo... cuando les daba por revolverle a Isabelita sus muñecas, era lo de empezar y no concluir.

Ferragut veía los rápidos torpederos, de paredes delgadísimas, danzando á la más leve ondulación sobre sus amarras de acero retorcido. Examinaba los «chaluteros», embarcaciones militares improvisadas, vaporcitos robustos y cortos, construídos para la pesca, que llevaban en la proa un cañón de tiro rápido.

Los veteranos que se calentaban al sol, junto á las barcas en seco, al tender su vista, habituada al sondeo de los dilatados horizontes, alcanzaban á ver un punto casi imperceptible, un grano de arena danzando á capricho de las olas. Todos emitían á gritos sus conjeturas. Era una boya ó un pedazo de mástil, restos de un lejano naufragio.

Marchaba doblado por la cintura, con las piernas muy abiertas y rígidas. Así precedió a Maltrana por un pasillo lóbrego, bajo de techo y tan angosto, que los codos rozaban los objetos raros empotrados en la pared. La débil claridad que pasaba por un bote de escabeche puesto a guisa de claraboya difundía una luz amarillenta al final del pasillo, danzando en su pálido rayo un enjambre de moscas.

Dentro de un ratito estaremos libres de pesadumbres, yo dando cuenta a Dios de mis pecadillos, y contento como unas pascuas danzando por el Cielo, que está alfombrado con estrellas, y allí parece que la felicidad no se acaba nunca, porque es eterna, que es como dijo el otro, mañana y mañana y mañana, y al otro y siempre...» No pudo hablar más. Yo me agarré fuertemente al cuerpo de Medio-hombre.

Barigüí, siempre danzando y berreando ante el hombre, esquivaba los golpes. Maniobraron así cincuenta metros, hasta que el chacarero pudo forzar a la bestia contra el alambrado. Pero ésta, con la decisión pesada y bruta de su fuerza, hundió la cabeza entre los hilos y pasó, bajo un agudo violineo de alambres y de grampas lanzadas a veinte metros.

Luisa deliraba; sus hermosos ojos azules, en vez de objetos reales, no veían mas que sombras, ya danzando por la meseta, ya suspendidas de la maleza, ya posadas en la antigua torre. ¡Aquí están los víveres! exclamaba de vez en cuando la desdichada joven.

Por lo menos habréis oído hablar de ellos. Tales somos, que no brujos ni demonios. ¿Á qué ese espanto, rubio querubín? preguntó el otro. No os extrañe mi sorpresa, repuso por fin Roger. No había visto un juglar en mi vida y mucho menos esperaba contemplar en el aire dos pares de piernas danzando misteriosamente. ¿Pues y el saltar sobre vuestros cráneos?

Las cosas en tal punto, veo que aparece en la estancia Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana, y prosternándose diez veces ante el Sultán, y tocando otras tantas la tierra con su frente, dijo: Príncipe de los creyentes, un loco que días ha vaga cantando y danzando por la ciudad, habrá una hora que en medio del estupor que ha causado la nueva de la catástrofe de la Sultana y del alboroto que ha movido el descubrimiento de su enfermedad, púsose de nuevo a bailar en el Zuc de los benimerines y en voz clara cantaba: A la Sultana nadie la cura, si no es el rey de la locura.

Palabra del Dia

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