Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 24 de junio de 2025
57. Pero hé aquí que se suscitó entre ellos mismos una viva contienda. Las compañias de tres pueblos altercaban, que solo los Miguelistas habian llegado á hablar con los Portugueses; que solo ellos tenian las conferencias entre sí; y los Portugueses, que ultimamente se gastaba el tiempo, y no se echaba ó obligaba al enemigo á retirarse, con otras mil cosas de que se quejaban: y por tanto se disponian á volverse, para quedarse en sus pueblos. Mientras así convertian con calor su negocio en diferencias, llegó á tiempo D. Nicolas Nenguirú, sugeto principal del pueblo de la Concepcion, el cual habia sido elegido Capitan General de comun consentimiento: este hizo nacer la esperanza de concordia, y parecia que tomaba fuerza. Como hasta el 21 estuviesen discordes, determinaron la invasion hasta el dia 22, lo que no habiendo puesto en egecucion, un cierto capitan llamado Felipe, se fué otra vez á llamar
Fué una vida de trabajo: la mujer á la huerta y él á la ría, que era entonces tan peligrosa como el mar, con sus aguaduchos ó avenidas que la convertían en torrente y sus revueltas y bajos que hacían zozobrar las embarcaciones. Los buques se quedaban en el abra y las gabarras subían hasta la villa los cargamentos de bacalao y de maderas, necesitando, para esta conducción, de hombres expertos.
Mozos, colonos, jornaleros, y hasta el ganado en los establos, parecía estarle supeditado y propicio: el respeto adulador con que trataban al señorito, el saludo, mitad desdeñoso y mitad indiferente que dirigían al capellán, se convertían en sumisión absoluta hacia Primitivo, no manifestada por fórmulas exteriores, sino por el acatamiento instantáneo de su voluntad, indicada a veces con sólo el mirar directo y frío de sus ojuelos sin pestañas.
Anduvo Febrer entre paredes de piedra seca que contenían pendientes bancales, y otras veces por senderos pavimentados de guijarros azules, que las lluvias de invierno convertían en encajonados barrancos. Luego dejó de ver tierras removidas y surcadas por el arado: el suelo compacto cubríase de bravia y espinosa vegetación.
Voy a dar orden de que le sirvan un vaso de agua. Estas palabras fueron acogidas con un murmullo de aprobación. No estoy fatigado, señor presidente respondió suavemente el orador. Dejarle descansar. Que se le traiga un vaso de agua. Los espectadores, acometidos súbito de una ardiente simpatía, se convertían en madres cariñosas para el hijo del Perinolo.
Avanzaron por la llanura negra y rojiza, cubierta de polvo de hulla y de residuos de mineral. A cada paso tropezaban con rieles que formaban una complicada telaraña de vías férreas. Sanabre enumeraba todos los medios de comunicación que convertían el establecimiento en una red complicada, con numerosas agujas y plataformas movibles, para los cambios de vía.
Todos comían mucho, menos don Pompeyo, a quien la emoción apretaba la garganta. Desde el segundo plato comenzó a atormentarle un cuidado. «Estoy, pensó, en el ineludible compromiso de brindar; tengo que improvisar un discurso». Y ya no comió bocado que le aprovechase. Oía hablar como quien oye llover: sonreía a derecha e izquierda, contestaba con monosílabos, pero él pensaba en su brindis; las orejas se le convertían en brasas y a veces sentía náuseas y temblor de piernas. En resumidas cuentas, estaba pasando un mal rato.
Por lo tanto, continuaba manteniendo su trato familiar con el médico, recibiéndole diariamente en su estudio, ó visitándole en su laboratorio, y, por vía de recreo, prestando atención á los procedimientos por medio de los cuales se convertían las hierbas en drogas poderosas.
Púsose luego á enseñar á los indios todos los oficios mecánicos, á desmontar los bosques, á labrar la tierra y á manejar los arados para cultivarla; con los enfermos, viejos y estropeados, tenía entrañas y ternura de madre; no había cosa que por ellos no hiciese; con los bárbaros que se convertían de nuevo, se deshacía en afectos de caridad, no sabía apartarse de su lado, parecía que se los quería meter dentro del corazón; y por bárbaros que fuesen, no dejaba de hacer con ellos semejantes demostraciones, no mirando en ellos lo que parecían en el exterior, sino el valor de sus almas, compradas por el Redentor con el precio de toda su sangre.
Cuando pretendía agradar, cuando ponía empeño en seducir, aquellos ojos claros, parados, se animaban súbitamente, trocándose de inocentes en maliciosos, y aquellos labios blanquecinos que ligeramente se mordiscaba con un movimiento imperceptible, tomaban color de cereza soleada: entonces sonreía de un modo delicioso; la falsa indiferencia, el abandono fingido, se convertían en laxitud estudiada que parecía pedir mimos o prometer caricias, y la mujercita insignificante, el ser débil, quedaban transformados en sirena de ocultos y peligrosos encantos.
Palabra del Dia
Otros Mirando