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Actualizado: 5 de junio de 2025
La mano de un cocinero iba de un extremo a otro de la mesa, armada de un tenedor, colocando en los platos estos entremeses del almuerzo a gusto de los pasajeros. Muchos curiosos se detenían frente a un gran reloj regulado desde el puente por una corriente eléctrica, y modificaban sus cronómetros con arreglo al salto atrás que acababan de dar las agujas.
¡Eh! ¡callad! ¡callad por Dios! dijo el cocinero , que parece que se acerca gente. En efecto, se oían pasos fuera del calabozo y en dirección á él. Todos se callaron y se acurrucaron cada cual en su sitio. Después de haber crujido tres llaves y tres cerrojos la puerta del calabozo se abrió, y un carcelero dijo desde ella: Señor Francisco Martínez Montiño: salid.
Una compañía. ¿Compañía de qué?... ¿De qué ha de ser?... Hay muchas compañías... la de Jesús, las de comediantes, las de los mercaderes... La que yo quiero es una compañía de soldados. ¿Y habéis hablado á alguien? La tengo casi ciertamente... ¡Ah! ¡es verdad! ¡sois sobrino del cocinero de su majestad! ¿Y creéis que mi tío puede?...
¡Ah, os negáis! No quiero ayudar á que os sacrifiquen. ¡Don Juan!... ¿Por qué me llamáis don Juan? Por... ¡por qué sé yo! ¿pero esto qué importa? Mucho... acaso el ser yo sobrino del cocinero del rey... Eso no importa nada... ¿Y si fuera peor? ¿si yo fuera un bastardo?... ¡Cómo! ¿sabéis?... ¿Y qué he de saber? ¿que soy hijo del duque?... Del gran duque de Osuna, y...
El tío Manolillo entró con las manos puestas en las caderas, miró frente á frente al cocinero de su majestad, se le rió en las barbas y se sentó en un taburete de pino. Y bien, ¿por qué os reís? dijo Montiño amostazado, porque hacía mucho tiempo que le causaban ojeriza las bromas del bufón. Ríome porque siempre que os veo me da gozo, señor Francisco dijo el tío Manolillo.
Además, que cuando tal le ha acontecido á don Rodrigo, él lo habrá buscado. Acaso tengáis vos la culpa. ¿Yo? ¿le ha sucedido por mí esa desdicha? Si por cierto; mediaban ciertas cartas. ¿Cartas?... De una noble dama... Vos habéis sido imprudente... El cocinero mayor ha llegado á saber lo de las cartas... y un sobrino del cocinero mayor... ¡Qué decís!
¡Ta, ta! ¡El cocinero mayor! dijo con acento zumbón . Si por ventura venís á buscar trabajo, echadle un memorial. No busco trabajo, le busco á él. No está. Ya sé que no recibe en la cocina; pero si está, decidle que le busca su sobrino, que acaba de llegar de su pueblo y que le trae una carta de su hermano el arcipreste.
¡Oh! ¡sí, es verdad! dijo dolorosamente la Dorotea ella es una noble dama; su padre es un valiente soldado... yo... yo no tengo padres... yo soy una mujer perdida; ella es menina de la reina... yo soy comedianta... pero ella no le ama como yo... no, no le ama como yo... de seguro ella no es capaz de hacer por él lo que yo haré... ella... ¡ah! ¡ella es altiva! está enorgullecida por su nombre, por su nobleza, y él es sobrino de un cocinero... esa mujer... aunque le ame... estoy seguro de ello, no le confesará su amor... mientras que yo le he abierto mi alma entera.
En otro aposento cerrado, dentro de otro aposento cerrado también, en un lugar en donde de nadie podían ser oídos, estaban mano á mano, sentados en una mesa, Juan Montiño y su supuesto tío. Sobre aquella mesa, en vez de manjares, había un cofre de hierro, como de pie y medio de largo, y un pie de alto y ancho. A pesar de que el tiempo no era caluroso, el cocinero mayor sudaba hilo á hilo.
Su mujer, el portero, el cocinero, Llera y casi todos los empleados recibieron en mitad del rostro alguna frase grosera pronunciada en el tono cínico y burlón que caracterizaba su discurso. Después de almorzar encerróse en el escritorio con su mal humor a cuestas. No hacía una hora que allí estaba, cuando entraron a avisarle que un cochero de punto deseaba hablar con él. ¿Qué quiere? No lo sé.
Palabra del Dia
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