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Actualizado: 5 de junio de 2025
Id, buen Montiño, id, que urge, y que os guarde Dios. Que Dios os guarde, señora. El cocinero mayor salió murmurando: ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios quiera que estas cartas no me metan en un nuevo atolladero!
Escrito habéis una carta á vuestro tío el duque de Lerma, y entregádola á Francisco Martínez Montiño, cocinero mayor del rey, á fin de que al duque la lleve. El señor Francisco, contra su voluntad, y bien inocente por cierto, no puede llevar esa carta al duque, é importa que el duque no eche de ver la falta de esa carta.
El cocinero mayor no oyó ni la mitad de la relación de la vieja; la noticia de que la Dorotea había muerto de repente, le había encogido, le había helado, le había dejado inmóvil, presa de uno de esos pavores que no se comprenden, si alguna vez no han pasado por nosotros.
Y la ayudo yo... Y yo... y yo también... pero... son infames y miserables, y la reina está perdida... está muerta.. ¡Muerta! ¡Se atreverán! y aunque se atrevan... ¿podrán...? Sí, sí por cierto; y para probaros que pueden, os voy á nombrar otras de las piezas mayores que se abrigan en el alcázar. ¡Ah! ¡Otra pieza mayor! Francisco Martínez Montiño, cocinero mayor del rey.
Pues que no lo sea. Arréglate... ¡Ah! Hoy es sábado: los veinticuatro reales del carbonero... En cuanto al maestro de baile, si insiste en subir más cubas, que yo no pago más que lo de costumbre; lo demás es por su cuenta. No me pongas más caldo de gallina, a no ser que el cocinero jefe te mande alguna. Suprimido el cuarto de gallina o el medio pollo.
Se abrió la puerta y salió el cocinero; tras él, dos hombres que conducían, puesto sobre dos palos, un bulto al parecer pesado, y luego dos soldados de la guardia española, á juzgar por sus armas y por sus coletos rojos. El cocinero mayor volvió á cerrar la puerta.
Cualquier cosa que os suceda, la remediaré yo, y si no puedo remediarla, procuraré satisfaceros lo mejor posible. ¡Ah! ¡señor! ¡Dios se lo pague á vuestra señoría! ¿Para cuándo ha citado doña Ana de Acuña al duque de Lerma? Al duque de Lerma, no dijo en una suave advertencia el cocinero.
Como el asunto era de poca monta y observaba no sin sorpresa el interés y aun ansiedad que su predilecta tenía en que el cocinero quedase, no tardó en concederlo, ordenándole que ella arreglase el asunto. Con esto el semblante de la chica se animó al instante, se puso como unas pascuas y comenzó a maniobrar en torno de su ama con extraordinaria presteza.
Volvía hacia el buque, y ella, que marchaba por una acera de la calle de Siam, le había reconocido, hablándole cariñosamente. Me ha dado recuerdos para usted... Está enterada de que ningún extraño puede entrar en el barco. Me dijo que había intentado venir á verle. Hizo una rebusca el cocinero en sus bolsillos, sacando un pedazo de papel arrugado, una hoja en blanco arrancada de una carta vieja.
Con aquel dinero viví ocioso algún tiempo. Cuando se me acabó el dinero, cuando sentí el hambre, quise buscarme la vida, y logré entrar de galopín en la cocina de la señora infanta doña Juana. Allí me apliqué al oficio... En el que habéis adelantado. Sois un cocinero famoso... según dicen.
Palabra del Dia
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