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Actualizado: 5 de junio de 2025


¡Pero no os ha robado! dijo el cocinero mayor, que tenía el amor propio de creer que era la suya la desgracia mayor que podía acontecer á un mortal. ¿Que no me ha robado? gritó Dorotea clavando en Montiño una mirada resplandeciente de fiereza, que hizo temblar al cocinero mayor , ¿que no me ha robado? ¿y mi alma? ¿y mi corazón? Os queda á lo menos dinero para vengaros.

Es que os estáis gozando conmigo hace muchos días. ¿Qué queréis? cuando yo veo la felicidad de los demás, me perezco de alegría. ¿Y qué felicidad veis en , amigo bufón? ¡Bah! ¡vuestra mujer!... ¡Mi mujer! exclamó, sintiendo un sacudimiento nervioso el cocinero. Ciertamente, vuestra mujer... os ama mucho... mucho... muchísimo... Os ayuda en todo lo que puede.

Pues señor dijo para el cocinero mayor, deteniéndose de repente , ello es preciso. Y luego dijo alto: ¡Luisa! ¿Qué quieres? contestó la joven. Tengo que hablarte á solas de un asunto muy importante. Púsose levemente pálida Luisa. Vete Inés, hija mía dijo á la niña. Inesita se levantó, miró con cuidado á su padre, y dijo para saliendo: Me quedaré tras de la puerta, y escucharé lo que hablen.

¡Pobre señor Francisco! dijo el oficial mayor . Cada día me convenzo más de que está loco. Tiene los ojos que le echan fuego dijo otro de los oficiales. Y se sonríe de una manera que mete miedo observó otro. ¡Pobre señor Francisco! dijeron todos. Entretanto el bufón había llevado al cocinero á su aposento y se había encerrado con él.

Los criados de la casa, viéndole tan pequeño y tan feo, le hacían mil burlas; más uno de ello, que era algo compasivo, le daba golosinas. Una mañana muy fría, el cocinero, ya fuese por lástima, ya por maldad, le dio á beber de un vino áspero y picón como demonios. El granuja sintió dulcísimo calor en todo el cuerpo, y un vapor ardiente que á la cabeza le subía.

Conocíale Montiño, y aun le trataba íntimamente, porque el cocinero del rey era hombre de negocios, y un hombre de negocios suele necesitar de toda clase de gentes.

Poco después de la desaparición de Montiño, una litera llevada por dos ganapanes, y seguida á paso lento por un criado, se detuvo á poca distancia del alcázar, se abrió la portezuela y salió de una manera violenta una mujer. Era Dorotea. Hemos retrocedido algún tiempo. Al punto en que Dorotea, antes de encontrar á Quevedo, había ido al alcázar en busca del cocinero mayor.

¿Y crees que quien tiene éstas y otras terribles pruebas contra Lerma no te tiene en sus manos? ¡Dios mío! exclamó medio muerto de terror el cocinero. ¿Y crees que si yo digo á Lerma: «la vida de Francisco Martínez Montiño por estas cartas», no te llevará Lerma al cadalso? Tened compasión de , Manuel; tened lástima de un hombre de bien que ningún mal os ha hecho.

Además, le resultaba imposible volver á su casa, reanudando la vida con su esposa: equivalía á perder sus últimas ilusiones. Era mejor contemplar de lejos todo lo que restaba en pie de su antigua existencia. Caragòl, mientras tanto, seguía hablando. Los sobrinos no se acordaban del pobre cocinero, y él no tenía por qué preocuparse de su suerte, enriqueciéndolos.

¡Que le case con mi hija! pensaba el cocinero mayor ; indudablemente que éste sería un buen negocio. ¿Pero lo tomaría á bien su padre?... el duque de Osuna es un señor terrible... ¡y aquel cofre!.., ¿qué habrá en aquel cofre?... ¿para qué se habrá llevado el tío Manolillo á Juan á casa de la Dorotea?... ¿y cómo, señor? ¿cómo se anda Juan por esas calles de Dios al descubierto, después de haber dado de estocadas á don Rodrigo?

Palabra del Dia

consolándole

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