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Actualizado: 5 de junio de 2025
Por el momento nadie reparó en el joven; pero él se encargó de que reparasen en él dirigiéndose á un oficial que traía asida por las dos manos una descomunal cuajadera. ¿Queréis decirme le preguntó dónde está el cocinero mayor? Dejó el oficial la cuajadera sobre una mesa y se volvió al joven, limpiándose las manos en su mandil.
Otros arreglaban los salones reparando el desorden que habían producido los convidados. El cocinero, seguido de un pinche que llevaba al hombro un esportón, atravesaba el jardín para tomar el camino de la plaza.
El padre Aliaga esperaba con impaciencia al tío Manolillo, y quería quitarse de encima de la mejor manera posible al cocinero mayor. Tenéis razón, señor dijo Montiño , pero como se trata de hacer una confesión general, yo me atrevería á suplicaros... Montiño se detuvo; fray Luis no dijo una sola palabra.
¡Doña Clara os espera! dijo Quevedo. Don Juan siguió á su amigo, y entrambos salieron de la casa. El padre Aliaga se quedó orando al lado del cadáver de Dorotea. El cocinero de su majestad supo al día siguiente, al ir á oír misa á Santo Domingo el Real, una noticia horrible.
Y mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante? 22 Y trabando Samuel de Saúl y de su criado, los metió al cenadero, y les dio lugar a la cabecera de los convidados, que eran como unos treinta varones. 23 Y dijo Samuel al cocinero: Trae acá la porción que te di, la cual te dije que guardases aparte.
A estas palabras lacrimosas, chillonas, del cocinero mayor, Pedro volvió la cabeza y le reconoció. ¡Ah! ¿sois vos, señor Montiño? dijo también lloroso Pedro . ¡Oh, qué desgracia! ¡qué desgracia tan grande y tan impensada! ¡No la olvidaremos jamás! ¡Ni yo! ¡ni yo! ¡yo no puedo olvidarla nunca! exclamó Montiño ; pero, ¿cómo ha sucedido eso? ¿cuándo?
Dejemos esta conversación, señora María, que estáis equivocada de medio á medio; mi sobrino no ha estado en mi casa... Pues si ha estado en palacio y no en vuestra casa... Ha estado en la casa del rey dijo una voz á la puerta. Volvióse todo hosco é incómodo el cocinero y vió al bufón del rey.
Pasaron así veintidós años: pero al cabo de ellos, Francisco Montiño, que ya había llegado á la cúspide de su carrera siendo, hacia tiempo, cocinero de Felipe III, recibió una carta de su hermano Jerónimo concebida en estos términos: «Estoy muy enfermo; el médico dice que me muero. Si esto sucede, podrá suceder que Juan Montiño, mi hijo, vaya á la corte.
Cierto que el hombre es un ser débil, insuficiente, que apenas puede soportar ocho comidas diarias; pero la indigestión no proviene de comer mucho, sino de comer mal... Déme usted un cocinero de primera fuerza, de raza, d'élans, y yo le garantizo salud eterna... ¡Oh, bien lo entendía el príncipe Orloff con su ojo tuerto y su brazo manco!... Yo le he visto en París elegir cocinero en público concurso; acudieron diez a su palacio de la embajada rusa: yo fui del jurado, y probamos, antes de fallar, ciento cuarenta platos . ¡Ah!, no, no, Martínez; no es el comer mucho, lo que trae la indigestión... Mi santa madre lo decía: Tripa llena, alaba a Dios.
En el momento en que el mozo oia lo que cada comensal le encargaba, lo anunciaba gritando desaforadamente como era necesario para que le oyese el cocinero, á una distancia de cuarenta ó cincuenta pasos. De modo que si pedian á un tiempo de comer varios comensales, los respectivos mozos gritaban á la vez; aquellos gritos se confundian y formaban un guirigay y un clamoreo que nos atolondraba.
Palabra del Dia
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