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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Pues á mi vez prefiero la astilla de las puertas del templo, dijo por su parte Simón, y aquí os entrego tres ducados, de cuatro que me quedan. Y aquí van dos más, agregó Tristán. Y cuatro míos, dijo Roger. Con lo cual se despidieron del piadoso y cuitado peregrino, llevándose aquellas venerables reliquias tan impensada cuanto fácilmente adquiridas.

Alegre con esta ganancia impensada, pasó adelante, y á pocas leguas encontró con un bosque de diez leguas de largo, horrible á la vista, y tan difícil de penetrar por él, que nunca le había visto semejante en todas sus correrías.

Quedose Cervantes tan turbado por lo que acontecía, tan sin vida y tan sin alma, espantado por aquella tragedia que tenía ante los ojos, tan impensada, tan sin culpa en la intención por él producida, como primera causa de aquel pavoroso efecto, que por algún tiempo más que hombre fue una estatua.

A estas palabras lacrimosas, chillonas, del cocinero mayor, Pedro volvió la cabeza y le reconoció. ¡Ah! ¿sois vos, señor Montiño? dijo también lloroso Pedro . ¡Oh, qué desgracia! ¡qué desgracia tan grande y tan impensada! ¡No la olvidaremos jamás! ¡Ni yo! ¡ni yo! ¡yo no puedo olvidarla nunca! exclamó Montiño ; pero, ¿cómo ha sucedido eso? ¿cuándo?

Creía adivinar que en el fondo no había más que una muchacha bastante vulgar, con un buen carácter y mucho y distinguido trato. ¡Qué diferencia de mi adorada hermana! ¡de aquella gracia espontánea, de aquellos ojos parleros, siempre diciéndole a uno cosas distintas, de aquella frase impensada, vibrante, donde se condensaban todo el fuego y toda la sal de Andalucía!

A pesar de esto, hay que confesar que en aquella ocasión no abusó demasiado del prestigio y la gloria que el cielo había derramado próvidamente sobre él. Saludó al concurso con impensada afabilidad, llevándose dos o tres veces el látigo a las narices, y dijo con voz bastante clara que se alegraba de encontrarse entre tantas chicas bonitas; así; palabras textuales.

Visto por el Duque una cosa tan impensada, como era ver perdida nuestra armada, envió á decir al jeque de la isla y al rey de Caruán el ruín suceso y á esforzarlos á estar de buen ánimo; pero como vieron ellos el armada desbaratada y conoscieron los ánimos de los moros, pusiéronse en salvo, é lo mismo hizo el tío del rey de Túnez, con quien el Duque les había enviado á hablar.

No explicaba muy satisfactoriamente el sobrino su impensada venida: pch... ganas de espilirse.... Cansa estar siempre solo.... Gusta la variación.... No insistió el tío, pensando para su chaleco: «Ya Julián me lo contará todo».

Preguntáronle a Julio César, aquel valeroso emperador romano, cuál era la mejor muerte; respondió que la impensada, la de repente y no prevista; y, aunque respondió como gentil y ajeno del conocimiento del verdadero Dios, con todo eso, dijo bien, para ahorrarse del sentimiento humano; que, puesto caso que os maten en la primera facción y refriega, o ya de un tiro de artillería, o volado de una mina, ¿qué importa?

Hay un instante crítico en que la belleza femenina toma consistencia, adquiere su carácter, cristaliza por decirlo así. La metamorfosis es más impensada y pronta en el pueblo que en las demás clases sociales. Cuando llega la edad en que invenciblemente desea agradar la mujer, rompe su feo capullo, arroja la librea de la miseria y del trabajo, y se adorna y aliña por instinto.

Palabra del Dia

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