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¿Y qué te dijeron? preguntó Currita con los labios blancos. La madre se echó a llorar.. ¿Y el padre?... Se echó a reír y me consoló mucho, y me dijo que no ofreciese nada sin que él me avisase. Currita se quedó muy pensativa y permaneció largo rato en silencio, mirando a la niña; de pronto, dijo: ¿Pero el padre Cifuentes te querrá mucho?... ¡Oh, !... Es muy bueno; me quiere mucho.

Pero no hay que perder de vista que si la virtud depende de nuestras propias acciones, la honra depende de la opinión ajena. Pues ya tienes en favor tuyo la de las gentes honradas... ¿Qué más quieres?... Nada, nada más quiero replicó Jacobo . Por eso, en cuanto el padre Cifuentes me lo aconsejó, cesaron al punto mis dudas.

La hipocresía era el único vicio que jamás había observado en Jacobo, y, o aquella carta la rebosaba por todas sus letras, o Dios había hecho en él uno de sus prodigios. ¿Confortado con esperanzas y consuelos del padre Cifuentes, aquel corazón cuyo frío egoísmo le mantenía siempre fresco e insensible, como un cadáver entre témpanos de nieve?...

Calló Currita, y con la cabeza baja y las manos cruzadas y entornados ojitos, esperó muy devotica el sermón formidable, la peluca tremenda que creía ella iba a venir tras de aquello, seguida de alguna violenta exhortación a la confesión y la penitencia, con algunos toquecitos de llamas del infierno; y luego, más tarde de lo que ella deseaba y con tanto anhelo iba buscando, un generoso ofrecimiento, noble, sincero y amplio... Mas el padre Cifuentes, que había escuchado sin pestañear todo aquel cúmulo de vergüenzas y de horrores, que no había hecho el menor gesto de asombro, de disgusto, de compasión ni de protesta, sacó la tabaquera de cuerno, tomó un polvo y dijo lacónicamente: Haga usted los Ejercicios...

La madre enarcó las cejas, y con mucha humildad, dijo: La niña es formalita, y a lo que yo pueda colegir, así lo espero... Pero siempre será mejor que el padre espiritual informe a usted de todo esto. ¿Y quién es? El padre Cifuentes. ¿El padre Cifuentes?... ¿De veras?... ¡Cuánto me alegro!... Si es un santo, un hombre de tanto saber y prudencia... ¡Ya lo creo!... Consúltelo usted y verá...

¡Cuidado con lo que dices, Jacobo! exclamó enérgicamente la marquesa . ¡Mira que me autorizas a pensar que tu política bismarckiana ocultaba alguna vileza! ¡La tuya que oculta una intriga en que asoma la mano del padre Cifuentes!...

En Marzo partió de Sevilla Pedro de Rojas lugarteniente de Asistente para averiguar «la desaventura acaecida en tierra de moros asy al señor conde de Cifuentes como á los caballeros que con él fueron desta cibdad.» «lunes dos de junio non se fizo cabillo porque salio el pendon real desta çibdad para yr con el rey nro. señor a la tala de Granada

La grey femenil hizo coro a los vituperios de Currita, y todos convinieron en que la marquesa de Sabadell era una intriganta, una beata hipocritona, una mala esposa que, habiendo campado por su respeto diez años entre curas y monaguillos, quería ahora oscurecer al pobre Jacobo bajo la tutela del padre Cifuentes, y que era caso de conciencia y obligación imprescindible de todo fiel cristiano arrancar a la pícara el antifaz y advertir al cándido muchacho el lazo que le tendían.

Francisco Jiménez de Cisneros. Miguel González de Cunedo. Jerónimo de Cifuentes. Ambrosio de Cuenca y Argüello. Juan Hurtado Cisneros. Antonio Cardona. Diego Calleja. Jerónimo Cruz. Gabriel del Corral. Bartolomé Cortés. Pedro Correa. Francisco Cañizares. Antonio de Castro. Juan Delgado. Diego la Dueña. Pedro Destenoz y Lodosa. Diego Enríquez. Rodrigo Enríquez. Andrés Gil Enríquez.

Mañana mismo. Conformes. Cauto, sin embargo, el tío Frasquito, y deseando prevenir en el ánimo del novicio las deficiencias que pudiera tener en su papel de fray Baltasar el padre Cifuentes, apresuróse a decirle que era este un cuitadito, un infeliz sin pizca alguna de mundo, que hablaba oportune et importune del infierno, pintando unos diablos feotes y groseros que en nada se parecían a los diablillos correctos, perfumados, elegantes, que se figuraba el tío Frasquito de frac y corbata blanca, pelo rizado, gardenia en el ojal, monóculo en el ojo izquierdo y un lazo de color de fuego en la punta del rabo.