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Actualizado: 28 de julio de 2025


¿Qué te ha dicho el padre Cifuentes?... Me dio para ti esta carta contestó Jacobo entregándole una. Leyóla también la marquesa como si le fuera desconocida, y aparentando darle un alcance que por ningún concepto tenía, dijo vivamente, con aire de satisfacción grandísima: Esto es ya otra cosa... El voto del padre Cifuentes es para decisivo, y me tienes por completo de tu parte.

Y entonces fue cuando Jacobo quedó convencido de que el padre Cifuentes era un infeliz, un cuitadito sin pizca alguna de mundo, como el tío Frasquito le había dicho antes.

Allí va el Conde de Garcíes, Quesada y andaluz gallardo, el Marqués de Velmar , el Marqués de Tarazona, Conde de Ayala, Toledo y Fonseca, el Conde de Santisteban y Cocentaina y el Conde de Cifuentes, divinos ingenios; el Conde de la Calzada, y tras él, el Duque de Peñaranda, Sandoval y Zúñiga.

Quedóse Jacobo un momento pensativo, y rascándose después levemente la cabeza, añadió con su truhanesca sonrisa: Entonces... será preciso confesarse con el padre Cifuentes. Diógenes se puso muy serio.

Las manos del jesuita se hundieron más y más en lo profundo de sus mangas, y muy alborozado y satisfecho, opinó que nada había más conforme a la moral cristiana que la paz de la familia y el perdón de las injurias... Pero y aquí apareció de nuevo la tabaquera de cuerno para suministrar a los dedos del padre Cifuentes un polvo digno del gran Federico en cuanto a aconsejar él a la señora marquesa que accediese a las pretensiones del señor marqués, había de tener en cuenta el señor marques que la señora marquesa nada le había consultado, y que la primera condición del consejo prudente es la de ser pedido...

Pues conste que, si la reconciliación no se efectúa, tienes la culpa; que tu mujer ha cedido cuanto es posible ceder, y ..., mismo, por una obcecación bien sospechosa, destruyes todo lo hecho. Destruyo lo que o ese bendito Cifuentes habéis urdido; pero yo me entenderé con Elvira... Es que Elvira no vendrá a Biarritz. Pues iré yo a buscarla. ¿A que no vas?

Con cierto miedecillo, muy natural y fundado, fue a ver al padre Cifuentes, porque tenía el padre fama de marrullero; mas su voluntad, repentina como el capricho de una mujer, era robusta como la resolución de un hombre, y tranquilizábala en parte la íntima conciencia que tenía ella de que pocos la aventajaban en astucias y marrullería.

El señor Cifuentes acompañó hasta la puerta a la aristocrática pareja, con sus manos siempre metidas en las mangas, y al verla desaparecer en el coche, permitióse murmurar del sobrino de su tío y de su tío mismo, diciendo para su sotana: ¡Exacta alegoría del mundo!... La necedad amparando al vicio.

Jacobo meditó un momento el plan que le proponían y pensando escribir, desde luego, a su esposa, para detener su marcha con la noticia de su ida, aceptó a todo evento la carta para la marquesa de Villasis y despidióse del padre Cifuentes, llamándole don Gregorio.

Las cuentas de gastos de los trajes, atributos, barbas, etc. así como lo que se pagó al platero Anton Ruiz «por el trabajo que toma en coger esta gente e aliñallos e vestillos» con otras curiosas partidas nos dan cabal idea de lo que era la procesión, la cual terminaba con la rica arca destinada al Cuerpo de Dios, acompañada por la nobleza que el año de 1496, la constituían el Duque de Medina, el Conde de Cabra, los hijos del Conde de Cifuentes y otros caballeros, cerrando la brillante comitiva, el Preste para cuyo descanso transportaban una silla.

Palabra del Dia

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