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Actualizado: 14 de julio de 2025
La alegre charanga del colegio sustituyó aquel día a las severas campanadas que arrancaban de ordinario a los alumnos de la profunda quietud del sueño de la infancia, para arrojarlos en los pequeños azares, inmensos para ellos, de la vida de estudiantes; cien vivas atronadores al padre rector se unieron al punto a los acordes de la música, y la alegría desbordada, la vida bulliciosa que rebosaba en aquellos cuerpecitos, inundó de repente dormitorios, pasillos y el colegio entero, yendo a estrellarse a las puertas de la capilla por una de esas rápidas mutaciones, increíbles en los niños, que prueban el poder inmenso de la disciplina y la fuerza irresistible que en toda multitud ejerce la autoridad que sabe hacerse amar y respetar.
Sin embargo, son los caracteres que constituyen la tradición de su país dijo el extranjero. Mi país es el monte contestó Zalacaín. Conformes Martín y Bautista, se encontraron en la plaza. Martín consideró que no convenía que le viesen hablar con su cuñado, y para decir lo hecho por él la noche anterior escribió en un papel su entrevista con el general. Luego se fué a la plaza. Tocaba la charanga.
El que enseñaba por la noche el abesedario á los pinches y era novio de esa que llaman La Charanga. ¡Cómo está Gallarta, Señor Dios! Ya se conoce, pues: la iglesia siempre vasía. Lo de siempre murmuró el médico. El crimen pasional. A estos bárbaros no les basta con vivir rabiando y se matan por la mujer. Aresti andaba ya, calle abajo, cuando la vieja le llamó desde la puerta.
Vivía á pupilo en casa de los padres de la Charanga, una moza guapetona y descarada que llevaba revuelta á la chavalería de Gallarta, prefiriendo entre todos al hijo de un licenciado de presidio, un rebelde que iba de una á otra cantera despedido siempre por su insolencia, y que, en los bailes del domingo, llamaba la atención por su faja de guapo arrollada desde el pecho hasta las ingles, con un arsenal de armas oculto.
De pronto lució en el altar mayor la vislumbre de oro y colores de una casulla de tisú; quedó el concurso en mayor silencio; las damas abrieron sus libros con las enguantadas manos, y a un tiempo murmuró el sacerdote Introito y rompió en sonoro acorde la charanga, haciendo oír las profanas notas de Traviatta, cabalmente los compases ardientes y febriles del dúo erótico del primer acto.
El pobre Maestrico había ido á la villa para comprar este regalo á su novia. Se abrió el grupo con cierto rumor de curiosidad, como á la llegada de un personaje esperado. Era la Charanga, con las manos en las fuertes caderas, los ojazos insolentes y hermosos bajo el pelo alborotado, mostrando al sonreír sus dientes agudos de loba impúdica. ¿Pero es verdad que han matao á ese?...
El Maestrico se había enamorado de la Charanga con la pasión reconcentrada y silenciosa de un hombre de cuarenta años. Los padres le querían, alabando sus costumbres sobrias, su actividad para ganarse la vida; y la muchacha, en su diferencia de bestia alegre, decía que sí á todo, continuando sus relaciones con el matoncillo. Iban á casarse en aquella misma semana.
Ascendían, trazando en los espacios gigantescas curvas, tronaban en lo alto, y de la explosión brotaban raudales de polvo de oro, centenares de luces que al descender semejaban una lluvia de piedras preciosas. La charanga se soltó tocando el Himno Nacional. Dominó Gabriela su abatimiento, y me dijo en voz baja, con expresivo acento sigiloso: Hoy le contesté a Ernesto.
Efectivamente; cuando empezó la música, yo fui el primero en sacar a bailar a Mary. Después de la charanga comenzó a tocar el tamboril. Genoveva miraba a Agapito melancólicamente con el rabillo del ojo; yo me acerqué a él, y dándole un empujón, le dije: Anda, no seas tonto; sácala a bailar. El se decidió. Agapito bailaba ex cáthedra.
En esto la charanga entonó con energía la marcha real; todos los rostros se volvieron al mirador regio donde apareció la reina Isabel: algunos batieron palmas; otros dijeron «chis, chis,» porque la atmósfera política estaba entonces encapotada con ciertos nubarrones que descargaron no mucho tiempo después.
Palabra del Dia
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