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Por fin, gracias a los esfuerzos de la cuadrilla, pudo trastearle, y lo hizo bastante ceñido, dándole algunos pases buenos; el público aplaudió y se las prometió muy felices.

5 Luego puso agua en una vasija, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido. 6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dice: ¿Señor, me lavas los pies? 8 Le dice Pedro: No me lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. 9 Le dice Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, mas aun las manos y la cabeza.

Pero decía él que su cazadora valía por la piel de un proboscidio. No le entraban balas ni catarros. En cambio Quintanar, ceñido al cuerpo el capotón espeso, tenía que hacer esfuerzos para no dar diente con diente. ¡No, no hace mucho frío! dijo, por miedo de delatarse. «Afortunadamente éste es un sonámbulo que no se fija nunca en si los demás tienen cara de risa o cara de vinagre.

De pronto ya no vio la rueda. Vio pasar ante él un globo inmenso, de color azulado, en el que se marcaban mares y continentes con perfiles iguales a los que había contemplado en los mapas. Era la Tierra. Y él, imperceptible molécula en la inmensidad del espacio, ínfimo espectador de la estupenda representación de la Naturaleza, podía abarcar con sus ojos el globo azul ceñido de nubes.

Dentro de este vasto territorio, todo ceñido de altas cumbres sin mas salida que la llanura por donde el Guadalmez y el Zuja pasan juntos á regar campos de Estremadura, se dibujan otras largas cadenas de montañas: una de las cuales lo atraviesa todo de levante á poniente, de Fuencaliente á Fuenteovejuna, y es la cordillera principal de los Montes Marianos, que va vertiendo á uno y otro lado las aguas de sus veneros, unas al Guadalquivir, otras al Guadalmez y al Zuja, contornando elevadas barreras.

El rio serpentea con rapidez como una inmensa y tortuosa veta de lázuli entre festones de graciosa y límpida verdura; las planicies se desarrollan en mil ondulaciones primorosas; las praderas, los bosques y las plantaciones alternan formando como interminables é irregulares tableros de damas; los caseríos, las aldeas y los rústicos cortijos se destacan donde quiera en pintoresca diseminacion; y bajo un cielo de verano, admirablemente sereno en algunos dias y mas azul que el de las regiones bajas de Europa, se contempla con arrobamiento ese mundo de colosos de hielo, semillero de rios y torrentes, de lagos y cataratas, salpicado de formidables torreones de granito levantados por el arquitecto invisible y divino, y ceñido por anchas fajas de vegetacion sombría y terrazas y anfiteatros admirables, que se llama el Oberland bernés.

Zapato vaquerizo; ceñido y bien cortado pantalón; chaquetilla gentil; sombrero bien ladeado, y joronguillo al hombro. ¡Buena facha! ¡Eso es! ¡Bien plantado! Pero.... ¡Ven, para que te vean tus tías! Echóme el brazo y me condujo hacia la sala. Al entrar exclamó: ¡Aquí está el hombre! Vamos a ver... ¿qué le falta? Tía Pepilla sonreía regocijada. La enferma me veía apenada y triste.

Su traje es ampuloso, muy bien ceñido, muy alto y de telas en que se mezclan siempre los colores vivos, sobre todo el rojo y amarillo; su tocado sencillo y elegante; y su pecho turgente y de vigorosa palpitacion resalta con la negra pañoleta de terciopelo ó raso, ó la ligera mantilla que se enrolla en parte sobre el redondo brazo.

Tres damas se retiraron muy luego; pero no las señoritas Gunn, que el deseo de la señora Osgood de esperar a su sobrina, les diera motivo para quedarse, a ver el traje de aquella belleza rústica. Hubo para ellas un verdadero placer, desde el momento en que se abrió la caja en que todo olía a alhucema y hojas de rosas, hasta que el pequeño collar de corales quedó ceñido a su fino cuello blanco.

El bohemio de la luz y del espacio piaba como expresando la extrañeza que le producía ver allá abajo aquel pobre ser amarillento y flaco, estremeciéndose de frío en pleno verano, con unos cuantos pañuelos anudados a las sienes y un harapo de manta ceñido a los riñones.